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19.1.13

“El silencio”–Un poema de José Cereijo

Lo breve y condensado, decía Thomas Mann hablando de Chéjov, puede superar en intensidad artística a lo grande. Si lo dice Thomas Mann, tan amante de lo grande, ¿cómo no creerle? Lo cierto es que muchas veces lo grande no es sino una en ampulosa dimensión de lo banal. Me acuerdo ahora de una película —¿de Colomo?— en la que un Resines desgraciado en amores se entregaba con fruición a pintar cuadros grandes, muy grandes... En el arte, y también en la vida, no es raro confundir los términos.

(Derivan estas fútiles digresiones de la lectura de “El silencio”, un breve poema de José Cereijo. Digresiones que no pretenden comentar el poema: se conforman con merodear a su alrededor.)

El silencio genera mucha literatura, quién sabe si demasiada. Hay algo en él que imanta. Y si unas veces parece que todo nos habla, otras parece que todo es silencio. Lo que importa, calla... y pertenece al silencio, postula el poema de Cereijo. ¡Cuántas imprecaciones no arrancó el silencio! El silencio de Dios, por ejemplo. Incomoda el silencio lo mismo que si cayéramos por un pozo sin fondo. Y a veces, incluso, hablamos para que no se oiga el silencio. Pero gracias a que no siempre logramos lo deseado, puede que seamos más felices.

Releo el poema y anoto lo obvio: el poema dice lo que dice, y calla lo que calla: el poema habla y calla. Pero bastan sus escasos versos para poner en marcha la rueda de las palabras, esas palabras que se multiplican como absortos espejos, y en las que nos miramos al desgaire por si acaso nos reconocemos en ellas.

Para apuntalar estas destartaladas palabras, sirvan de contrafuerte las del prólogo de Enrique García-Máiquez, que ubican con precisión la poesía de Cereijo: «Entre los dos polos —un clasicismo nihilista y un romanticismo rebelde, consciente y, en último extremo, orgulloso de la inutilidad de su afán— se sostiene el entramado de esta poesía, que nos interpela y conmueve».

Interpela y conmueve. ¡Benditas sean las conjunciones copulativas!


EL SILENCIO

Calla la vieja muerte hospitalaria,
calla Dios en su cielo,
calla el amor si es hondo, y también calla,
como el dolor, el tiempo.
Para qué tus palabras, si todo lo que importa
pertenece al silencio.

JOSÉ CEREIJO
(De Música para sueños. Pre-Textos, 2007)


JOSÉ CEREIJO, Antologia personal
Prólogo de Enrique García-Máiquez
Madrid:
Editorial Polibea (Colección “Los conjurados”), 2011


 

12.1.13

Un poema de Augusto dos Anjos

Augusto dos Anjos murió joven. Su estancia nesta terra miserável, como escribiera él mismo, discurrió entre los años 1884 y 1914. Brasil fue su patria y el portugués su lengua. Publicó un único libro: Eu (Yo), en 1912. Gracias a ese libro es “el poeta más editado, leído y amado” del Brasil, según Ángel Guinda, su traductor.

En la exhaustiva Antología de la poesía brasileña (1973), Ángel Crespo, después de considerar “imperecedera” la obra de Augusto dos Anjos, dedica estas palabras al poeta: “Es extremadamente curiosa su figura de profesor que, durante su corta vida, emigra constantemente de un Estado a otro del Brasil y se siente presa de un indefinible hastío vital. Y mucho más curiosa resulta la mezcla de provincianismo cultural y sentimientos sublimes de que da muestra en sus versos.”

Coincidiendo con el centenario de la aparición de Eu, la editorial Olifante publicó el año pasado una selección de poemas (sonetos casi todos) traducida por Ángel Guinda. Selección que es anticipo de otra más amplia y futura. Las razones para esta dedicación al vate brasileño las expone claramente Guinda: “Me interesa la poesía de Augusto dos Anjos por la audaz originalidad de su léxico, su perfeccionismo formal, su musicalidad; pero sobre todo por el dramatismo desgarrador de su meditativo contenido atormentado, lleno de honda tristeza, pesimismo lúcido y digna resistencia; por su didactismo moralizante, por la autenticidad y cósmica elevación de los sentimientos que transmite, por su acercamiento al animismo y por su dialogo interior con las fuerzas de la Naturaleza.”

Copio a continuación uno de los poemas a mi parecer más desolado y más desolador de todo el volumen.



VERSOS ÍNTIMOS

Vês! Ninguém assistiu ao formidável
Enterro de tua última quimera.
Somente a Ingratidão —esta pantera—
Foi tua companheira inseparável!

Acostuma-te à lama que te espera!
O Homem, que, nesta terra miserável,
Mora, entre feras, sente inevitável
Necessidade de também ser fera.

Toma um fósforo. Acende teu cigarro!
O beijo, amigo, é a véspera do escarro,
A mão que afaga é a mesma que apedreja.

Se a alguém causa inda pena a tua chaga,
Apedreja essa mão vil que te afaga,
Escarra nessa boca que te beija!

AUGUSTO DOS ANJOS



VERSOS ÍNTIMOS

¡Ya ves! Nadie asistió al formidable
entierro de tu última quimera.
¡Sólo la Ingratitud –esa pantera
fue tu gran compañera inseparable!

¡Asume ya el desprecio que te espera!
El Hombre, que, en un mundo miserable,
vive entre fieras, siente una inevitable
necesidad de ser también él fiera.

¡Coge fuego y enciende tu cigarro!
Víspera del esputo es el beso,
la mano que acaricia te apedrea.

Si a alguien causa dolor tu herida abierta,
¡apedrea la mano que te acaricia,
escupe tú en la boca que te besa!

AUGUSTO DOS ANJOS
(traducción de Ángel Guinda)


AUGUSTO DOS ANJOS
Yo. Antología breve
Selección y traducción de Ángel Guinda
Zaragoza: Olifante. Ediciones de Poesía, 2012