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8.4.13

Retahíla de putas (Mamotreto XXI de “La Lozana andaluza”)

“En fin, aunque la Lozana nazca de la vida real de sus personajes en el ambiente corrompido y rufianesco de la Roma renacentista, tiene, como obra literaria, un modelo en la estructura Dialogada de la Celestina, un precedente de la figura humana de su protagonista en la lasciva Franquila de la Thebayda, y el antecedente novelístico de la intervención del autor en la Cárcel de amor. Así que no es la Lozana andaluza una obra aislada, sin antecedentes literarios, como Afirma Menéndez y Pelayo, sino que tiene notables puntos de contacto con la tradición literaria que la precede.

Igualmente importante, sin embargo, es el lugar que ocupa la Lozana en el desarrollo de la Picaresca española. La Lozana retrata la corrupción moral y social de la época de Carlos V, y señala el principio de la picaresca dentro del mundo licencioso romano. El Retrato de la Lozana andaluza se inicia con la narración biográfica del origen, linaje y condición de su protagonista, es decir, con lo que Carlos Blanco Aguinaga ha llamado la “prehistoria” en la novela picaresca. Aldonza (o Lozana como vino a ser conocida por su gallardía, lozanía y belleza) nació en Córdoba de un padre mujeriego y jugador, que no dejó a su viuda e hijas nada más que una casa en pleito y algunas deudas. El carácter moralmente dudoso de este hombre nos recuerda al del padre de Lazarillo, quien “padeció persecución por justicia” como hizo también el padre de otro pícaro, el buscón Pablos. La muerte de la madre de Lozana la deja sola, y poco después la vemos amancebada con Diomedes, un mercader genovés a quien se entrega por razones obviamente económicas. El rico hombre de negocios le puede ofrecer, por lo menos temporalmente, viajes, criados y vida placentera; la Lozana piensa que la culminación de sus relaciones serían los hijos, hecho que “había de ser banco perpetuo, para no faltar a su fantasía y triunfo”. Sin embargo, su bienestar y planes de seguridad quedaron muy pronto desbaratados por el indigno padre de Diomedes, quien encarcela a su hijo y ordena que arrojen al agua a su amante, la Lozana. Sobreviviendo a esta injusta sentencia, la joven cordobesa se encamina hacia Roma, donde empieza una serie de aventuras que abarcan un período de doce años, desde su llegada a la ciudad en 1513, años en que presencia la coronación de León X, hasta el 1524. La obra se divide en tres partes, en las cuales se nos presenta la progresiva evolución de la Lozana desde los años de su adolescencia a su madurez, y los oficios que ejerce para ganarse la vida: maestra de hacer afeites, perfumera, prostituta y alcahueta.”

[Bruno Damiani, “Introducción”, pp. 16-17]


Otra pregunta que hace la Lozana al valijero cuando se levanta

Lozana. Decíme, señor, esas putas o cortesanas, o como las llamáis, ¿son todas d’esta tierra?

Valijero. Señora, no, hay de todas naciones: hay españolas castellanas, vizcaínas, montañesas, galicianas, asturianas, toledanas, andaluzas, granadinas, portuguesas, navarras, catalanas y valencianas, aragonesas, mayorquinas, sardas, corsas, secilianas, napolitanas, bruzesas, pullesas, calabresas, romanescas, aquilanas, senesas, florentinas, pisanas, luquesas, boloñesas, venecianas, milanesas, lombardas, ferraresas, modonesas, brecianas, mantuanas, raveñanas, pesauranas, urbinesas, paduanas, veronesas, vicentinas, perusinas, novaresas, cremonesas, alejandrinas, vercelesas, bergamascas, trevisanas, piedemontesas, savoyanas, provenzanas, bretonas, gasconas, francesas, borgoñonas, inglesas, flamencas, tudescas, esclavonas y albanesas, candiotas, bohemias, húngaras, polacas, tramontanas y griegas.

Lozana. Ginovesas os olvidáis.

Valijero. Ésas, señora, sonlo en su tierra, que aquí son esclavas, o vestidas a la ginovesa por cualque respeto.

Lozana. ¿Y malaguesas?

Valijero. Todas son maliñas y de mala digestión.

Lozana. Dígame, señor, y todas éstas, ¿cómo viven, y de qué?

Valijero. Yo’s diré, señora: tienen sus modos y maneras que sacan a cada uno lo dulce y lo amargo. Las que son ricas, no les falta qué espender y qué guardar. Y las medianas tienen uno aposta que mantiene la tela, y otras que tienen dos, el uno paga y el otro no escota; y quien tiene tres, el uno paga la casa, y el otro la viste, y el otro hace la despensa, y ella labra. Y hay otras que no tienen sino día e vito, y otras que lo ganan a heñir, y otras que comen y escotan, y otras que les parece que el tiempo pasado fue mejor. Hay entr’ellas quien tiene seso y quien no lo tiene; y saben guardar lo que tienen, y éstas son las que van entre las que son ricas, y otras que guardan tanto que hacen ricos a munchos; y quien poco tiene hace largo testamento, y por abreviar cuando vaya al campo final, dando su postremería al arte militario, por pelear y tirar a terrero; y otras que a la vejez viven a Ripa. Y esto causan tres estremos que toman cuando son novicias, y es que no quieren casa si no es grande y pintada de fuera, y como vienen, luego se mudan los nombres con cognombres altivos y de grand sonido, como son: la Esquivela, la Cesarina, la Imperia, la Delfina, la Flaminia, la Borbona, la Lutreca, la Franquilana, la Pantasilea, la Mayorana, la Tabordana, la Pandolfa, la Dorotea, la Orificia, la Oropesa, la Semidama y doña Tal, y doña Andriana, y ansí discurren mostrando por sus apellidos el precio de su labor; la tercera, que por no ser sin reputa, no abren público a los que tienen por oficio andar a pie.

Lozana. Señor, “aunque el decidor sea necio, el escuchador sea cuerdo”. ¿Todas tienen sus amigos de su nación?

Valijero. Señora, al principio y al medio, cada una le toma como le viene; al último, francés, porque no las deja hasta la muerte.

Lozana. ¿Qué quiere decir que vienen tantas a ser putas a Roma?

Valijero. Vienen al sabor y al olor. De Alemaña son traídas, y de Francia son venidas. Las dueñas d’España vienen en romeaje, y de Italia vienen con carruaje.

Lozana. ¿Cuáles son las más buenas de bondad?

Valijero. ¡Oh, las españolas son las mejores y las más perfectas!

Lozana. Ansí lo creo yo, que no hay en el mundo tal mujeriego.

Valijero. Cuanto son allá de buenas, son acá de mejores.

Lozana. ¿Habrá diez españolas en toda Roma que sean malas de su cuerpo?

Valijero. Señora, catorce mil buenas, que han pagado pontaje en el golfo de León.

Lozana. ¿A qué vinieron?

Valijero. Por hombres para conserva.

Lozana. ¿Con quién vinieron?

Valijero. Con sus madres y parientas.

Lozana. ¿Dónde están?

Valijero. En Campo Santo.


Francisco Delicado, La Lozana andaluza
Edición, introducción y notas de Bruno Damiani
Madrid: Clásicos Castalia, 1972

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