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3.2.12

“El arma de la seducción” (Un capítulo de la leyenda de Buda, en versión de Juan Arnau)

 

DESESPERADO, Mara [“el ‘señor de la muerte’, también llamado Mara Papiyan, asociado a la pasión amorosa”] convocó a sus tres hijas: Rati (Lascivia), Arati (Indolencia) y Trsna (Sed) y pidió que danzaran ante Siddhartha. Las doncellas, expertas en los sutiles artificios del amor, pusieron en juego las treinta y dos tretas de la seducción. Balanceándose como juncos cimbreados por el viento, mostrando sus redondos pechos, columpiando sus velos y sus sonrisas, contoneando las caderas, agitando ajorcas en rítmico cascabeleo, yendo y viniendo como quien es perseguido, retorciendo los brazos, agitando los saris.

Y se le insinuaban diciendo: «Oh ser dichoso, ¿te refugias en el bosque del dolor que te abruma? ¿Quieres pasarte la vida pensando, encerrado en tu propia mente? ¡Sal de ahí! ¡Ven con nosotras, que sabremos complacerte!» Durante tres noches estuvieron bailando frente a él, hasta que, viendo que no lograban alterar su ánimo, se retiraron cabizbajas, desgreñadas y empapadas en sudor.

«No encuentra placer en las joyas de la pasión –se dijo Mara–, su único placer es la contemplación. Habré pues de apelar a su compasión.» Y, disfrazado de mensajero, anunció al joven príncipe que sus padres habían caído prisioneros de su codicioso primo Devadatta. Pero Siddhartha se mantuvo imperturbable.

Entonces el Maligno hizo temblar la tierra y arrancó los frutos de los árboles, que cayeron como granizo. Envió un vendaval y el viento se enfureció salvajemente en todas direcciones, los ríos se desbordaron arrastrando a su paso cabañas, ermitas y aldeas. El cielo perdió su brillo y todas las criaturas del bosque corrieron despavoridas. Los monos se lanzaban desde las alturas, los conejos huían de sus madrigueras, las aves abandonaban sus nidos, las serpientes trataban inútilmente de trepar a los árboles, los búfalos se arrojaban al río.

Siddhartha, sentado en la posición del loto, con los ojos entornados, inconmovible en su fortaleza interior, no se sintió inquieto ni mermado por las calamidades. Su mente disolvía las amenazas, pues de mente estaban hechas. El que durante incontables periodos de tiempo había desarrollado las más excelsas virtudes, tocando gentilmente la Tierra con su mano derecha, pronunció las siguientes palabras: «Que esta Tierra, libre de malicia, hogar de los seres vivos, sea testigo y garantía de mi visión.»

Y en ese mismo instante la Tierra tembló seis veces y resonó como resuenan las campanas de bronce de Magadha. Había algo emocionante en ese temblor, algo divertido, estimulante y auspicioso. Los seres no podían saber qué era, pero lo sentían admirablemente. Y la diosa Tierra, llamada Sthlvara, emergió de su morada y se inclinó ante el bodhisattva.

Y al ver temblar a todos los seres de la región, se dirigió a Mara con estas palabras:

–¡Ceja en tu propósito, oh dios mortal! Renuncia a tu intención homicida y márchate. En verdad el sabio de los sakya no temblará ante ti, como el monte Meru no tiembla ante el huracán.

»Podrá abandonar el fuego su ardor, podrá abandonar el agua su fluidez o la tierra su firmeza, antes de que este hombre abandone su resolución. Pues ella es tan antigua como el mundo y se asienta en el inmenso mérito acumulado a lo largo de infinitas existencias.

»Tal es su afinidad con la creación, tal el poder físico y mental de sus merecimientos, que no se levantará hasta liberar a las criaturas de los engaños que atan a la mente.

»Y así como frotando la madera constantemente se obtiene fuego, y cavando lo suficiente se obtiene agua, así, la perseverancia de este noble ser le permitirá obtener lo que se proponga. Hoy es el día para que maduren las acciones que realizó en el pasado. Hoy este baniano de Gaya es el ombligo del mundo.

Cuando Mara hubo escuchado esta admonición, viendo la impertérrita conducta del sabio, dio por perdida la batalla. Y las huestes malignas se dispersaron como ciervos ante el bramido de un volcán.


Leyenda de Buda
Versión de Juan Arnau
Madrid: Alianza editorial, 2011

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece una magnífica versión la que ha hecho Juan Arnau de la leyenda de Buda y me alegra verla en la web.
Cordialmente, k

Anónimo dijo...

la escatología budista , jainista o cristiana siempre nos ha dejado bellos fragmentos como este, de 100.000 sólo triunfan unos pocos pero sí que es posible ....

Anónimo dijo...

Extraordinario libro de Juan Arnau, que nos sorprende ahora, tras sus magnificos ensayos, con esta joya narrativa

Anónimo dijo...

quien mas sino solo los que se desprenden de las ansias y deseos carnales serán los que conduzcan el gran numero de ciegos que andamos en el mundo

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