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2.11.11

El rey Paradox

Se burlaba Monterroso de esos escritores –¡franceses!– que confian a su diario: Releo a Pascal... o releo a Montaigne... o releo a Stendhal... o releo a Kafka..., como si ya hubieran leído cuanto merece ser leído. Se puede leer lo ya leído sin desdeñar lo mucho que queda por leer. Al margen del famoso verso de Mallarmé –la chair est triste, hélas! et j’ai lu tous les livres–, ¿quién puede soñar que ha leído todos los libros?

Sirvan estas palabras de excusa por declarar que acabo de leer, ¡por vez primera!, Paradox, rey (1906), novela dialogada de don Pío Baroja.

Se narran en ella las aventuras de unos expedicionarios europeos que se hacen a la mar a bordo de la Cornucopia. Habían acudido a la llamada de Mr. Abraham Wolf, acaudalado banquero londinense, que pretendía fundar la patria israelita en África. Entre ellos estaban Paradox y Diz, españoles ambos.

Una imponente tempestad, unida a la insubordinación de la marinería, desbarata los planes de los expedicionarios, lo que origina toda clase de aventuras.

Cada personaje queda definido por sus propias palabras, aunque asimismo tienen voz los animales y los elementos de la naturaleza. Habla un gallo, habla el mar, y habla “el autor” (que desgrana un sentido “Elogio sentimental del acordeón”); el viento dialoga con el mar; Yock, el perro de Paradox, ladra, y habla; un cíclope pregona un “Elogio metafísico de la destrucción” que remeda la arenga de un dinamitero; y además hablan las serpientes, y el pez, y el sapo, y una golondrina, y la hiena, y el señor búho, y la lustrosa luna, y el murciélago...

Novela singular en la que la utopía y la sátira se dan la mano, haciendo saltar chispas de humor. Más que de tesis, es novela de antítesis: volver a la inocencia original es pura quimera. El sueño liberador de la utopía no nos libra de las pesadillas, y soñando paraísos se puede acabar inventando infiernos. Pero bajo el fulgor de las ideas, apenas hay tres verdades permanentes, las únicas verdades de la vida, según declara un personaje: el amor, el trabajo y la muerte. Tres verdades que redimen de todas las mentiras.

En el capítulo titulado “En la sala de sesiones de la Casa del Pueblo de Bu-Tata”, Paradox, rey casual, que no causal, de Bu-Tata, nos descubre su ideario. Cuando el francés Ganereau propone la implantación del sistema representativo, Paradox rechaza la idea por considerar la ley de las mayorías absurda e irritante. De momento, en Bu-Tata no hay cuartel ni cárcel, y los asesinos son desterrados para siempre. Diz propone que, dado que a las jóvenes mandingas se les enseña a hacer labores, se funde una escuela para los hombres. Paradox acepta, siempre que no haya maestros: “sin maestros, sin profesores, sin autoridad...”. Y, llevado de su adanismo, concluye: “El hombre puede aprender sin necesidad de maestro”. Ganereau vuelve a las andadas: ¿Y el arte? El francés considera que el arte es útil. Pero el iconoclasta Paradox, nuevo Calvino, reniega del arte: “El arte es una cosa llamada a desaparecer, es un producto de una época bárbara, metafísica y atrasada.” Pero... ¿y la ciencia? Si no inútil, consiente Paradox, sí es perjudicial. Con estas palabras resume el rey de Bu-Tata su concepción de la vida: “Vivamos hechos unos bárbaros. Vivamos la vida libre, sin trabas, sin escuela, sin leyes, sin maestros, sin pedagogos, sin farsantes.” Palabra de Paradox, palabra de rey.

Tras leer esta novela, desternillante por momentos, cabe dudar si Paradox es un iluso, un socialista utópico, un botarate, un anarquista, un iluminado o un místico de la idea, un necio...

A pesar del atinado retrato del clima espiritual de la época, es imposible, a estas alturas del siglo, leer la novela sin chasquear la lengua y mover la cabeza de puro escepticismo: cómo olvidar que las ideas virginales suelen acabar emputecidas en los hechos.


NOTA
Para no alargar esta entrada, dejo para mañana la inserción de un fragmento de Paradox, rey.

  

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6 comentarios:

Mari Carmen dijo...

¿Cuántas vidas serían precisas para leer, no todo sino, una parte de lo que querríamos leer? Decía Elias Canetti en uno de sus apuntes: " Vivo entre muchos libros y extraigo una gran parte de mis ganas de vivir del hecho de que aún leeré la mayoría de ellos." Un saludo.

Luis Valdesueiro dijo...

Así es, Mari Carmen, aunque nos pese.
Un saludo.

Juan Poz dijo...

¡Ah, el arte de la glosa! Por ella estaba dispuesto a sumergirmme en las páginas del libro en cuanto tuviera un hueco en mi "carnet" de lecturas; pero he leído el fragmento de la continuación de este post y se me ha enfriado la ilusión de sopetón. ¡Artes de embaucamiento son, muy a menudo, la de las glosas! MI enhorabuena.

Luis Valdesueiro dijo...

Bien que lo siento, Poz: tanto la ilusión inducida como la desilusión confirmada...

Anónimo dijo...

Estoy con este libro. Como me gustó tanto Aventuras, inventos, etc debo confesar que al principio me desilusionó un montón este cuento tan distinto de la novela nombrada pero la verdad es que a medida que avanzo la encuentro muy original y divertida.
Carlos.

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