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31.8.11

Monterroso, ¿destronado?

Hace semanas que observo con creciente perplejidad las estadísticas del blog. Durante mucho tiempo, y hasta hace un par de meses, la entrada de los cuentos y fábulas de Augusto Monterroso campaba invicta en la estadística diaria, semanal y mensual.

Ya sabía yo que con las estadísticas hay que ser escéptico y tomárselas con cautela: nos dicen que alguien llamó a la puerta pero nos ocultan si llegó a entrar, si apenas echó un vistazo, si leyó la entrada o si salió raudo lanzando pestes, quizás. La estadística nos informa del número de veces que llamaron a la puerta. Y poco más. Y a eso vamos: la entrada sobre los cuentos de Monterroso ha sido destronada del primer puesto de la estadística diaria, semanal y mensual. Veamos cómo ha sido. Hace dos meses publiqué una entrada sobre un viaje en autobús. Recogía en ella una expresión, que elevé a título, digamos que en rumañol, de una deslenguada muchacha: “Están en el chocho folladas”.

A raíz de la publicación, el número de visitantes de esa entrada no dejó de crecer sin que ninguna otra fuera capaz de desbancarla, lo que en cierto sentido me apenaba. Bastaron dos palabras procaces para que un blog (permitidme una pizca de ironía) que se quiere devoto de la más acendrada cultura acabara mancillado por inquisidores lujuriosos. (A veces me asalta la tentación de eliminar esa entrada, pero no sería justo.) Si “folladas” y “chocho” da pie a más búsquedas que “Monterroso” y “cuentos”, ¿acaso queda otra que rendirse ante la tozuda realidad?

Pero no, no me resigno a que dos sonorosas palabras destronen impunemente a un zahoría de la lengua. Ensayaré un remedio, que espero útil para desbancar a la susodicha entrada. Me serviré, para ese fin, de un texto de Cabrera Infante, plagadísimo de todas esas palabras que tan diversamente nombran al falo, y que sin duda aumentarán la competencia léxica de quienes lleguen hasta ellas. Al fin y al cabo, el ámbito de nuestra lengua es vasto y numeroso.   

NOTA: Anoche preparé esta entrada con la intención de publicarla hoy. Pues bien, esta mañana, para mi sorpresa, descubrí que la entrada de los cuentos de Monterroso había recuperado el primer puesto semanal. ¿Por qué hoy y por cuánto tiempo?


PERI PHALOS

Altar_fálico_de_Dionisos_en_Delos

 

Polla, picha, pija, pico, pinga, morronga, cabilla, cabia o cavia, caoba, majagua, mazorca, moco, pájaro, levana o lebana, linga, carajo, tranca, trozo, mecha, trabuco, perinola o pirinola, mandarria, pene, palo, mástil, verga, vergajo, vianda, la cabezona, la calva, cuero, látigo, rabo, chorizo, morcilla, tabaco, la sinhueso, arma, espada, pluma (“mojar la pluma”) –y casi siempre, cosa curiosa, el nombre está en femenino.

Guillermo Cabrera Infante
Exorcismos de esti(l)o
Barcelona, Seix Barral, 1976


 

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30.8.11

*La rosa (y II): Poemas y aforismos de Juan Ramón Jiménez

Salvador Dalí

P O E M A S

La única rosa

Todas las rosas son la misma rosa,
amor, la única rosa.
Y todo queda contenido en ella,
breve imajen del mundo
¡amor! la única rosa.

Rosa

Sólo eres tú
(aquella tú)
cuando me hieres.


JUAN RAMÓN JIMÉNEZ, Canción. Seix Barral, Barcelona, 1993.

A F O R I S M O S
[Ideolojía, Ideolojía II, inéditos]

Uno y las rosas de la tumba solamente. Sólo nuestro pensamiento, flor de nuestra vida o la flor que abre de nuestra carne podrida. Eso es intimidad. Lo demás -amada, padre, madre, hermanos, amigos-   no es nada.

*

El pensamiento primero es como una rosa de sueño; después como una rosa de bruma; después como una rosa de cristal...

*

Le arranco más al sueño que a la vida; porque el sueño es como una vida mejor, cuyas rosas quisiera sembrar en mi realidad.

*

La rosa, ¿cómo está vestida y desnuda a un tiempo?

*

Perfecto e imperfecto, como la rosa.

*

Crítico de mis entrañas; cuando yo digo del poema:

No le toques ya más,
que así es la rosa,

es después de haber llevado el poema hasta la rosa.

*

Dos rosas son dos; cuatro, cuatro; siete, siete. Muchas, una.

*

¡Pobre rosa, que no puedes huir!

*

La poesía debe ser tan natural en el poeta como la rosa en el rosal.

*

La forma de la rosa dura lo que dura la forma de su esencia.

*

Perfección es penúltima imperfección.
De ahí no hay que pasar si queremos seguir vivos. "Así es la rosa."


JUAN RAMÓN JIMÉNEZ (1881-1958), Con la Rosa del Mundo (1896-1954). Libro transcrito y orquestado por Emilio Ríos. Barcelona, La Poesía, señor hidalgo, 2002.

Bajo esta etiqueta -Florilegio (Antología mínima de autores varios)- pretendo acoger una selección de textos breves (verso y prosa) que, al margen de cualquier juicio crítico, me han interesado como lector. Los textos en prosa responden a "géneros" que hacen de la brevedad virtud: aforismos, poemas en prosa, fragmentos, microcuentos, etc. De los textos poéticos en otras lenguas ofrezco el original. Menciono, asimismo, la edición utilizada en cada caso. (Téngase por excepción cualquier olvido de estas pautas.)

28.8.11

A pie de foto (2): La mujer cebra

 

Lucien Clergue


La mujer cebra es blanca y es negra.

Negra y blanca, de día y de noche.
De noche y de día, blanca y negra.

Y siempre a rayas.


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27.8.11

*La rosa (I): Un soneto de Góngora, y un comentario de Azorín

A una rosa

Ayer naciste, y morirás mañana.
Para tan breve ser, ¿quién te dio vida?
¿Para vivir tan poco estás lucida,
y para no ser nada estás lozana?

Si te engañó su hermosura vana,
bien presto la verás desvanecida,
porque en tu hermosura está escondida
la ocasión de morir muerte temprana.

Cuando te corte la robusta mano,
ley de la agricultura permitida,
grosero aliento acabará tu suerte.

No salgas, que te aguarda algún tirano;
dilata tu nacer para tu vida,
que anticipas tu ser para tu muerte.

LUIS DE GÓNGORA (1561-1627), Sonetos completos. Edición, introducción y notas de Biruté Ciplijauskaité. Clásicos Castalia, Madrid, 2ª ed., 1975.


Comentario de Azorín

Rosas de España, rosas que el recio pintor Zurbarán amaba: D. Luis de Góngora ha querido pintaros en catorce versos henchidos de emoción. No sabemos cuándo Góngora escribió este soneto; pero nos place ver al poeta ya un poco viejo, pobre, amargado por las adversidades de la vida. ¿Se acordaba de su Córdoba cuando escribía estos versos? ¿Veía, sobre la foscura del panorama de la Serranía, brillar una rosa encendida que se inclina sobre su tallo? ¿Era para él la rosa símbolo del breve esplendor del poeta, del poeta que tiene un momento de inspiración, de plenitud, y luego acaba en la sombra y en el olvido? Ayer naciste y morirás mañana -escribe Góngora-.
Para tan breve ser, ¿quien te dio vida? En una estancia, sobre una mesa, puesta en un búcaro, hay una bella rosa; en las paredes se ven los retratos de guerreros y de teólogos; un libro de Garcilaso o de Cervantes reposa junto al jarrón en que la rosa luce.
Entra un rayo vívido de sol por la ancha ventana. La rosa alcanza, en este minuto supremo de su vida, su plenitud. Unas manos finas y blancas la han cogido; unos ojos claros y verdes -como los de Melibea, como los de Dulcinea- la han contemplado; un instante sus pétalos fragantes han rosado una boca y una nariz sensuales y ávidas. Luego la rosa ha sido puesta en el búcaro de cristal. En la estancia reina la paz, y los teólogos y los guerreros miran desde sus marcos.
¿Para vivir tan poco estás lucida, y para no ser nada estás lozana? Este minuto en que la rosa brilla y aroma, ¿qué es en la eternidad del tiempo? Minuto de 1600, o de 1800, o de 1900; minuto en que en estas paredes de la sosegada estancia acaba de ser colocado un cuadro de Velázquez, o una escena de Goya, o un paisaje de Beruete; minuto en que unos ojos han leído una poesía de Garcilaso, o de Chénier, o de Samain; minuto en que ha resonado en el callado ámbito una dulce música de Salinas, o una trágica sonata de Beethoven; minuto en que la emoción humana ha llegado a lo más delicado y lo más intenso, ¿qué representas tú entre las dos eternidades que nos ciñen y aprisionan en lo pretérito y en lo futuro, las dos eternidades del pasado y del presente? Dilata tu nacer para tu vida, que anticipas tu ser para tu muerte. Así escribe el poeta. No importará nada, sin embargo, el dilatar ese nacer. No se adelantará nada con perdurar en el limbo de la vida sin entrar de lleno en la vida. El limbo de la vida es tan fugaz como la vida misma. Entremos en la vida resueltamente. Seamos en ella lo que nuestro ser quiere -espontáneamente- que seamos. Podrán pasar los mundos y podrá dilatarse el tiempo en sucesión interminable de siglos y siglos. Pero este minuto en que la rosa -cortada por bellas manos- luce y perfuma en su búcaro de cristal, frente a un retrato de Velázquez, en una estancia en que han resonado las armonías de Beethoven, este minuto es lo más alto, lo más fino y lo más exquisito de la civilización humana. No sabemos lo que podrá producir el tiempo en su corriente inacabable; mas este instante, tan fugitivo, tan alado, es la flor maravillosa -¡oh hombres!- de la pretérita eternidad...

JOSÉ MARTÍNEZ RUIZ (Azorín), Al margen de los clásicos. Introducción de Santiago Riopérez y Milá. Biblioteca Nueva, Madrid, 2005.

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24.8.11

+”Gassman legge il menù.” (Y una receta dadá para componer poemas.)

Tristan Tzara tuvo una feliz idea: ofrecer al mundo su receta para componer poemas (dadaístas, por supuesto).

La receta ponía al alcance de todos, fueran letrados o iletrados, la creación poética.

La cosa no podía ser más sencilla.

Se toma un periódico y unas tijeras.
Se elige un artículo que tenga la misma extensión que queremos dar al poema. Se recorta con cuidado cada palabra del artículo y la vamos introduciendo en una bolsa. Agitamos las palabras, y acto seguido sacamos de la bolsa una tras otra, colocándolas por orden. El último paso, y definitivo, consistirá en copiar a conciencia las palabras, y voilà!: el poema está hecho.

De un modo fácil y entretenido, y con ayuda del azar, hemos compuesto un poema (¡un poema dadaísta!) que no conocían los siglos, y que te convertirá en un poeta original, pero incomprendido por los simples. (Un poema en prosa, por supuesto, pero tan poético… Supongo que no sería traición al espíritu dadá componer el poema en verso, troceándolo según nos venga en gana, aun a riesgo de que el poema sea más largo que el artículo original.)

De la receta de Tzara parece desprenderse un axioma: Todos poetas y la poesía en todo. ¡Me gustaría creerlo!

En cualquier caso, recientemente he encontrado, en You Tube, un divertido ejemplo (hay más) de cómo un buen rapsoda es capaz de convertir en poesía incluso el menú de un restaurante. Pasen y vean.

Gassman lee el menú

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23.8.11

A pie de foto (1): El lector recogido

Lehnert y Landrock

¿En qué piensa el lector? ¿Finge que lee? ¿Hay regocijo en su mirada? ¿Se burla por dentro del entrometido forastero que –¡en el nombre de Dios, el Compasivo, el Misericordioso!– pretende detener ese instante? ¿Acaso llegó a contemplarse leyendo? ¿Adivinó entonces cierta sorna en el rabillo del ojo? ¿Quedó mudo –¡en el nombre de Dios, el Compasivo, el Misericordioso!– ante la pervivencia del instante ido?

21.8.11

"La relación intrínseca entre el arte moderno y la melancolía renacentista", según László F. Földényi

La relación intrínseca entre el arte moderno y la melancolía renacentista nos permite comprender no solo el matiz básicamente positivo que el concepto de melancolía adquiere después de la Edad Media, sino también la aparición de ciertas figuras melancólicas representativas, sobre todo entre los artistas. Los melancólicos de la Edad Media son enfermos mentales anónimos, excluidos del reino de Dios, que han dejado de existir y que por tanto nadie recuerda. En el Renacimiento, el melancólico es todo un ejemplo; es él quien cumple con mayor ardor el imperativo dirigido a todos, el de construir un mundo propio, y en esto, el primer lugar lo ocupaban los artistas, que se sometían al poder divino y destructivo de la melancolía. Es en la creación artística donde de verdad se manifiestan el infinito poder creativo y la capacidad ilimitada de la personalidad, pero también su dependencia, su sometimiento y su escasa fiabilidad. Nacen obras con enormes pretensiones; no obstante, tras las obras acabadas están también las inacabadas, las creaciones que han quedado en meros fragmentos y que muchas veces —y no por azar— provienen de los talleres de los más grandes. A más exigencia, más riesgo. Por otra parte, la aparente seguridad y solidez de las obras maestras es el resultado de arriesgadísimos y delicadísimos equilibrios: tras las obras perfectas se oculta siempre la posibilidad de la destrucción; hasta podría decirse que consideramos auténticamente grandes y verdaderas las creaciones en las cuales percibimos la muerte que amenaza al mismo tiempo la obra, al autor y a nosotros. Esta destrucción no lo es en un sentido figurado; es, en el sentido más estricto de la palabra, una llamada a la muerte que todo hombre solitario debe afrontar. Y como somos mortales, la soledad amenaza a todos, sea con disimulo, sea de modo desafiante. Quien es el centro del universo —¡y quién no cree serlo desde la pérdida o, como mínimo, el oscurecimiento de la fe religiosa!— sólo tiene que rendir cuentas ante la muerte, y quien no renuncia a ser el señor de la creación está condenado a una soledad irremediable. [Leonardo recomienda a los pintores retirarse a la soledad más absoluta; en las biografías de Vasari encontramos a numerosos artistas solitarios y poco sociables.] Los melancólicos creativos y geniales son célebres por su soledad y también por el silencio que los envuelve. Si ya de por sí no puedo compartir mi mundo, mi concepción del mundo, con nadie, el intercambio será aún más inimaginable en el caso de quienes, a costa de la autodestrucción, pretenden crear un mundo propio y radicalmente distinto del de los otros. El aristocratismo del arte no es manifestación de la arrogancia, sino de la búsqueda. Quien se empeña en llegar a una existencia absolutamente autónoma se ve rodeado de la soledad (que él mismo no ha elegido) y del silencio; y el precio de su creación es no tomar nota de nada más. La obra es producto del ya mencionado riesgo, y por lo que respecta a los otros, nada más insensato que hacer accesible a todos esta situación de riesgo y su resultado, la obra. El arte es aristocrático desde el Renacimiento y ha conservado este su escudo hasta el día de hoy: para los no iniciados, resulta tan arduo entrar en el mundo de los retratos renacentistas como en el presuntamente difícil y complejo mundo de las obras de nuestro siglo. No todos pueden enfrentarse a la muerte y a la destrucción, cuyo riesgo hace grande a la obra; o, para expresarlo de forma más aguda: una sociedad es tanto más vital cuanto menos se ocupa del arte. La melancolía se relaciona con el arte moderno como con los misterios en la Antigüedad. Al igual que estos, el arte es ambiguo: es democrático porque todos pueden entrar, y aristocrático porque pocos pueden convivir con esta posibilidad y porque menos aún son capaces de recorrer el camino hasta el final y descubrir allí, al descorrer —como el personaje del poema de Schiller— el velo que oculta la verdad de la poesía, la mirada amenazante de la nada. Estos pocos se abren a la melancolía, y como una sociedad no puede ser melancólica en su totalidad, no todos pueden ser igualmente receptivos al arte. El arte es ‘peligroso’, al menos en la Edad Moderna, ya que una de sus principales tareas consiste en introducir en el mundo de los otros la soledad y el silencio definitivo que mencionan las últimas palabras de Hamlet. Las obras maestras hacen al hombre casi tan desdichado como el amor: lo arrancan de la vida cotidiana y luego lo envuelven en sus redes. Prometen, pero al final no dan nada. Desearíamos fundirnos con ellas, incorporarlas a nosotros, pero nos rechazan y generan un anhelo que, carente de meta, no puede satisfacerse. Podríamos también calificar el arte de inmoral; no obstante, confrontados con las obras, descubrimos que la moralidad y la amoralidad son palabras ridículas e infladas que en el arte pierden su significado cotidiano. Ante el arte somos impotentes: intuimos que no deberíamos exponernos al encuentro con las obras, sabemos de entrada que sucumbiremos y nos perderemos, tememos el absurdo que se nos vendrá encima y, sin embargo, vamos a su encuentro con la misma tozudez con que hurgamos una y otra vez en nuestras heridas.

LÁSZLÓ F. FÖLDÉNYI
Melancolía
Traducción de Adan Kovacsics
Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg, Barcelona, 1996.


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19.8.11

+”Sonnet I“, de William Shakespeare, recitado por Sir John Gielgud, con versiones de José Méndez Herrera y Agustín García Calvo

Son varios los que han advertido en los Sonetos de Shakespeare reflejos de los de Miguel Ángel, aunque sean menos refinados que los de aquellos que absorbieron la elegancia petrarquiana. Los sonetos de Miguel Ángel dedicados a Tomaso Cavalieri poseen el acento apasionado que Shakespeare puso en los dedicados al «joven rubio» pero no cabe duda de que los del primero revelan asperezas que han desaparecido en los del bardo inglés.

Ahora bien, los sonetos ingleses, por cuanto a la forma se refiere, no han seguido la composición del soneto petrarquiano, formados por dos cuartetos y dos tercetos, sino que adoptan el esquema de tres cuartetos de rimas independientes, con un dístico o pareado final. Tal es la línea seguida por los poetas ingleses de la época, incluyendo a Michael Dayton, contemporáneo de Shakespeare; y han conseguido así aciertos definitivos de expresión, hallazgos valiosos en la palabra, felicidad que es la característica principal de la sonetística europea del siglo XVI.


José Méndez Herrera


SONETO I

Multiplicarse debe el ser preciado,
no ha de morir la flor de su hermosura;
si el tiempo ha de agostarla, ya madura,
sea en su tierno brote recordado.

Mas tú, a tus bellos ojos desposado,
tu llama avivas con su ausencia pura,
y llevas hambre donde reina hartura,
enemigo de ti, contigo airado.

Si en el mundo eres fresco ornato suyo,
único heraldo de la primavera,
al sepultar tu savia en tu capullo

la derrochas, avaro, toda entera.
Apiádate del mundo y de su suerte,
no acabes lo que es suyo, con tu muerte.

Versión de José Méndez Herrera
(W. Shakespeare, Sonetos. Versión y prólogo de José Méndez Herrera. Barcelona, Plaza & Janés, 1976.)


SONETO I

De los seres hermosos deseamos grana,
que así la rosa de hermosura nunca muera,
mas según sale de sazón la más temprana,
lleve en sí su memoria su tierna heredera.

Mas tú, a tus propios claros ojos reducido,
tu llama en pasto de tu mismo ser renuevas,
trayendo el hambre al silo más abastecido,
tú tu enemigo, que en tu dulce TI te cebas.

Tú que eres hoy la fresca gala de las tierras
y heraldo solo de los ledos meses verdes,
en tu propio capullo tu linaje entierras
y, tierno avaro, escatimándote te pierdes.

Duélate el mundo, o bien tal ansia en ti confiesa
que trague el bien del mundo en ti y tu sola huesa.

Versión de Agustín García Calvo
(Shakespeare, The Sonnets. Sonetos de amor. Texto crítico y traducción de Agustín García Calvo. Barcelona, Anagrama, 1974.)

“Sonnet I”, de Shakespeare, recitado por John Gielgud

SONNET I

From fairest creatures we desire increase,
That thereby beauty's rose might never die,
But as the riper should by time decease,
His tender heir might bear his memory:
But thou, contracted to thine own bright eyes,
Feed'st thy light's flame with self-substantial fuel,
Making a famine where abundance lies,
Thyself thy foe, to thy sweet self too cruel.
Thou that art now the world's fresh ornament
And only herald to the gaudy spring,
Within thine own bud buriest thy content
And, tender churl, mak’st waste in niggarding.
    Pity the world, or else this glutton be,
    To eat the world's due, by the grave and thee.

William Shakespeare


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17.8.11

+”Voces”, de Antonio Porchia

“Voces”, de Antonio Porchia

Más aforismos de Antonio Porchia, en este  blog, AQUÍ.


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15.8.11

Digresiones: Bukowski, Om Kolthoum, poesía erótica del Siglo de Oro y frases para la historia…

Abúlica mañana del demediado agosto. Todavía no arrecía la calorina, pero arreciará. Hojeo el último libro póstumo de poemas  
––¿cuántos van–– de Bukowski. Poesía  narrativa, dialogada, hecha de esas pequeñas historias cotidianas ––vividas por Chinaski o imaginadas por Bukowski–– que reflejan el mundo del escritor (mujeres del pasado, visitas al hipódromo, recuerdos de la Depresión o de su trabajo en Correos, la lucha por “el siguiente minuto”…) Historias distintas que fluyen como si fueran una misma historia, casi infinita, partida en versos. L
a clave de esa abundancia tal vez esté en un poemita donde el poeta confiesa:

mientras la mayoría de la gente
lo desperdicia todo conversando
yo
lo escribo.

z

Suena en el tocadiscos una canción de Om Kolthoum, la cantante egipcia. Una canción inabarcable como una sinfonía, una canción de la que me llega, dejando aparte la de los instrumentos, la música secreta de una voz entre dulzona y desgarrada. Aunque no sé lo que dice, me seduce su manera de decirlo.

z

Después de leer algunos poemas de Bukowski, hojeo la Poesía erótica del Siglo de Oro, una antología de Alzieu, Jammes y Lissorgues. Aunque relegada a la trastienda de la literatura, a la poesía erótica no le han faltado cultivadores, aunque muchos poemas nos hayan llegado anónimamente. Frente al lenguaje de frac que a veces parecen requerir ––sin requerirlo realmente–– otros temas, el poema erótico pide desenvoltura, procacidad, buen humor, frescura, rijosidad, espíritu burlón y deslenguado… En suma, alma de Arcipreste, de Hita o de donde fuere. Veamos un soneto anónimo espigado de la mencionada antología:

––¿Qué me quiere, señor? ––Niña, hoderte.
––Dígalo más rodado.
––Cabalgarte.
––Dígalo a lo cortés.
––Quiero gozarte.
––Dígamelo a lo bobo. ––Merecerte.

––¡Mal haya quien lo pide de esa suerte,
y tú hayas bien, que sabes declararte!
Y luego ¿qué harás?
––Arremangarte,
y con la pija arrecha acometerte.

––Tú sí que gozarás mi paraíso.
––¿Qué paraíso? Yo tu coño quiero,
para meterle dentro mi carajo.

––¡Qué rodado lo dices y qué liso!
––Calla, mi vida, calla, que me muero
por culear tiniéndote debajo.

“¡Admirable lección de vocabulario! ––anotan, asombrados, los estudiosos––. El soneto incluye su propio comentario.” Sin duda.

z

Ordenando papeles, doy con un recorte de periódico (la fotocopia de un recorte, para ser exactos) en el que bajo el rótulo de “Frases para la historia” se recogen algunas de esas frases que, por presuponerlas fruto de  la ignorancia más que del mero lapsus, han hecho las delicias de muchos. Pionera en esas lides fue Sofía Mazagatos, quien dijo acerca de los toreros: “Me gustan los toreros que están en el candelabro”, inventando así una famosa y repetida expresión. Pero a la modelo y actriz no sólo le encandilan los toreros, los escritores también, incluso si aún no han recibido el Premio Nobel. Refiriéndose a Vargas Llosa, dijo esta frase memorable: “Me gusta mucho Vargas Llosa, pero no he tenido ocasión de leerle.” La frase es endiablada: cuantas más vueltas le doy, más profunda me parece. Misterios de la necedad. 
Terelu Campos, por su parte, cometió un lapsus, es seguro, cuando dijo que “la aspirina fluorescente es más rápida y eficaz”. No se concibe que alguien en sus cabales renuncie a decir la única palabra que, según se me alcanza, tiene cinco vocales, y todas son e: efervescente. ¿Fluorescente, efervescente? Imperdonable. Confundir el alegre bisbiseo con el tubo de luz fría.

Christina Aguilera se planteaba una duda topográfica: “¿Dónde se celebra el Festival de Cannes este año?”. Y Yola Berrocal, que acaso tenía un verano tonto y estaba alarmada por la creciente corrupción, dijo: “Qué calor, qué soborno.” Aunque la frase más poética, más  azul, y que me recuerda a un cuento de García Márquez, quizás la dijera Rocío Jurado: “Llovía muchísimo, parecía el Danubio universal”.


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14.8.11

+”Le tombeau d’Edgar Poe”, de Stéphane Mallarmé


En su críptica obra, el tema de la muerte en relación dialéctica con la inmortalidad es esencial y determinante. Es la raíz de todos los demás temas… […] El título de tumbas dado a estos homenajes [homenajes fúnebres a Théophile Gautier, Edgar Poe, Baudelaire, Verlaine: artistas en cuya muerte Mallarmé veía reflejado su propio destino] no es sólo una costumbre imitada del siglo XVI, sino una metáfora amada por Mallarmé que veía una semejanza entre la forma de paralelepípedo de un libro y la de una tumba, y pensaba que el libro es la verdadera tumba del escritor, que está encerrada en él [sic] y es resucitado por cada lector: idea de una inmortalidad totalmente terrestre…

PILAR GÓMEZ BEDATE


LA TUMBA DE EDGAR POE

Tal como en Él al fin la eternidad lo cambia
El Poeta suscita con la espada desnuda
A su siglo espantado por no haber conocido
Que la muerte triunfaba en esta voz extraña.

Ellos, en sobresalto vil de hidra oyendo al ángel
Purificar antaño la lengua de la tribu,
Proclamaron muy alto el hechizo bebido
Del agua sin honor de alguna negra mezcla.

Con el suelo y la nube hostiles, oh dolor,
Si nuestra idea no esculpe aquí un bajorrelieve
Con que adornar la tumba de Poe resplandeciente,

Sereno bloque de una catástrofe caído,
Que este granito al menos muestre siempre su límite
A la Blasfemia oscura volando en el futuro.

Versión de Pilar Gómez Bedate
(Mallarmé, Madrid, Ediciones Júcar, 1985.)

“Le tombeau d’Edgar Poe”, de Mallarmé

LE TOMBEAU D’EDGAR POE

Tel qu’en Lui-même enfin l’éternité le change,
Le Poëte suscite avec un glaive nu
Son siècle épouvanté de n’avoir pas connu
Que la mort triomphait dans cette voix étrange  !

Eux, comme un vil sursaut d’hydre oyant jadis l’ange
Donner un sens plus pur aux mots de la tribu
Proclamèrent très haut le sortilège bu
Dans le flot sans honneur de quelque noir mélange.

Du sol et de la nue hostiles, ô grief  !
Si notre idée avec ne sculpte un bas-relief
Dont la tombe de Poe éblouissante s’orne,

Calme bloc ici-bas chu d’un désastre obscur,
Que ce granit du moins montre à jamais sa borne
Aux noirs vols du Blasphème épars dans le futur.

Stéphane Mallarmé
(1842-1898)


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12.8.11

+”Arte poética”, de Jorge Luis Borges, en su propia voz

Mi propósito era hablar del credo del poeta, pero, al examinarme, me he dado cuenta de que yo sólo tengo un credo vacilante. Este credo quizá me sea útil a mí, pero difícilmente servirá a otros.

De hecho, considero todas las teorías poéticas meras herramientas para escribir un poema. Supongo que deben de existir muchos credos, tantos como religiones o poetas. […]

Me considero esencialmente un lector. Como saben ustedes, me he atrevido a escribir; pero creo que lo que he leído es mucho más importante que lo que he escrito. Pues uno lee lo que quiere, pero no escribe lo que quisiera, sino lo que puede.

Jorge Luis Borges, “Credo de poeta”, en Arte poética. Seis conferencias.

“Arte poética”, de Borges.

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10.8.11

+”The Good Morrow” (“El saludo”), de John Donne, recitado por Richard Burton

EL SALUDO


¿Qué estaríamos haciendo tú y yo
antes de amarnos como ahora?
¿Acaso fuimos simplemente, niños, 
que libaban placeres bucólicos?
¿Roncábamos quizás en la caverna
de los siete durmientes? 
Sólo así consigo explicarme
esta penosa y larga ausencia;
lo que fue hermoso y que a vivir me dieron
porque estoy seguro de que fueron.
Sueño de aquel amor que yo tejí.

Saludemos ahora
a nuestras almas temerosas, cautas,
que vacilan aún al contemplarse.
Pues, en amor, el amor es quien manda,
y hace, del sitio más menguado,
estancia y lecho donde amarse.
Deja que se descubran nuevo mundos;
deja que poseamos solamente uno;
el que es más nuestro, el más profundo.

Mi rostro, amor, está en tus ojos
y el tuyo, aquí en los míos;
y nuestros corazones
en nuestra faz descansan dulcemente.
¿Dónde podría hallar
tan cabal hemisferio,
sin el ocaso del Oeste
ni el rigor del Norte?
Las malas mezclas se deshacen pronto,
y en su desproporción
deslíen las promesas.
Pero nuestros amores,
de impares proporciones,
en su mixtura se conservan siempre.


Versión de Víctor Pozanco
John Donne, Elegías y canciones.
Barcelona, Ocnos, 1973.

Richard Burton recita “The Good Morrow”, de John Donne

THE GOOD MORROW


I wonder by my troth, what thou and I
Did, till we loved? were we not wean'd till then?
But suck'd on country pleasures, childishly?
Or snorted we in the Seven Sleepers' den?
'Twas so; but this, all pleasures fancies be;
If ever any beauty I did see,
Which I desired, and got, 'twas but a dream of thee.

And now good-morrow to our waking souls,
Which watch not one another out of fear;
For love all love of other sights controls,
And makes one little room an everywhere.
Let sea-discoverers to new worlds have gone;
Let maps to other, worlds on worlds have shown;
Let us possess one world; each hath one, and is one.

My face in thine eye, thine in mine appears,
And true plain hearts do in the faces rest;
Where can we find two better hemispheres
Without sharp north, without declining west?
Whatever dies, was not mix'd equally;
If our two loves be one, or thou and I
Love so alike that none can slacken, none can die.


JOHN DONNE
(1571-1631)

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8.8.11

Entrada 500

Este blog (o cuaderno, o bitácora) empezó su andadura de manera clandestina: durante más de medio año a nadie di noticia de él, aunque siempre fue público.

Tan raro proceder escondía una razón (quizás no menos rara): dudaba yo si sería capaz de mantener el blog con cierta asiduidad (y dudaba pese a que durante décadas fui un diarista empedernido; pero, claro, ahora se trataba de algo diferente).

Cuando ahuyenté las dudas, después de publicar casi 150 entradas, informé al amigo Poz, veterano en estas lides. A él debo los primeros lectores, ya que, a la vez que comentaba en los blogs, dejaba la dirección del mío.

A él, a los primeros lectores, a los que vinieron después, a los que ya se fueron, a los que van y vienen, GRACIAS.

Ah, y felices vacaciones, también.

7.8.11

+”This is Just To Say”, de William Carlos Williams, leído por él mismo

SÓLO PARA DECIRTE

que me he comido
las ciruelas
que había en
la nevera

y que
probablemente
guardabas
para el desayuno

Perdóname
estaban deliciosas
tan dulces
y tan frías

Versión de Matilde Horne y Carlos Manzano
William Carlos Williams,
Cien poemas
Madrid, Visor, 1988

William Carlos Williams lee su poema “This Is Just To Say”

THIS IS JUST TO SAY

I have eaten
the plums
that were in
the icebox


and which
you were probably
saving
for breakfast


Forgive me
they were delicious
so sweet
and so cold

William Carlos Williams
(1883-1963)

6.8.11

La entrada de Castro en La Habana o La adivinación histórica


Camilo Cienfuegos y Fidel Castro
Foto de Korda (Luis)

Leyendo Vista del amanecer en el trópico (gavilla de viñetas en las que Guillermo Cabrera Infante recrea la historia de Cuba con anécdotas en las que los personajes aparecen sin nombre) di con el siguiente texto:

En la foto se ve al comandante en jefe entrando en la capital montado en un jeep. A su lado va otro comandante y se puede ver al chofer y a uno que es miembro de su escolta. Al fondo la multitud vitorea a los héroes. Pero el fotógrafo tuvo un toque de presciencia. Como no conocía al tercer comandante lo cortó de la foto para hacerla más compacta. Pocos meses después el tercer comandante estaba en la cárcel acusado de traición y condenado a cumplir treinta años de prisión. Todos los que tuvieron que ver con él fueron inmediatamente tildados de sospechosos y se procedió a erradicar su nombre de los libros de historia. Adelantado a su tiempo, el fotógrafo no tuvo que recoger su foto para recortarla convenientemente. Eso se llama adivinación histórica. [Seix Barral, 1974.]

En respuesta a un cuestionario de Rosa M.ª Pereda, Cabrera Infante define así, en Londres, agosto de 1977, su libro: “Vista es un libro trágico en su visión particular de Cuba y su perspectiva de la historia: el hombre atrapado por la violencia, luchando contra ella con las armas de la violencia y volviendo a crear una nueva trampa de violencia.” Un círculo vicioso, como se ve.

He buscado en internet esa foto, la foto que Cabrera Infante guardaba en su retina o que tenía ante los ojos mientras escribía. No he dado con ella. ¿Pudiera ser, la que figura al principio, una versión reducida? No lo sé. Lo cierto es que detrás de esta foto histórica de Cienfuegos y Castro hay algunas historias. Durante décadas no quedó claro quién fue su autor. La foto se tomó el jueves 8 de enero de 1959, día en que el Ejército Rebelde, después de una marcha de más de mil kilómetros, que comenzó en Santiago de Cuba, entró en la capital, en lo que se conoció como la Caravana de la Libertad. Unos días antes, Batista había huido a Santo Domingo, lo que precipitó la caída del régimen.

El autor de la foto fue Luis Pierce Byres, quien, años atrás, había formado con Alberto Díaz Gutiérrez, también fotógrafo, una sociedad para dedicarse a la fotografía de modas, un campo por entonces virgen. Tras encontrar un lugar bien situado para su negocio, buscaron un nombre comercial atractivo. Les cayó en gracia un nombre que por aquellos tiempos sonaba mucho: Korda, el nombre de tres hermanos: cineastas, húngaros y judíos: Alexander, Zoltan y Vincent. El mayor, Alexander, fue el más conocido. Entre su filmografía destaca El ladrón de Bagdad (1940), El libro de la selva (1942), Tempestad sobre el Nilo (1955) y Ricardo III (1956). Fue, asimismo, el productor de El tercer hombre. Y según se cuenta no descansó hasta conseguir que Orson Welles fuera el protagonista. Lo curioso es que Korda no era su apellido. De joven, Alexander colaboró en el periódico Hungría Independiente. Firmaba con seudónimo: Sursum Corda. Y de ese Corda, todo sentimiento, deriva Korda, tras convertir la c en k. Una ventaja añadida, según supieron ver los fotógrafos, era que Korda podía recordar algo a Kodak, la marca señera en el mundo de la fotografía durante décadas.


Foto de Jorge Oller

Ambos socios, Alberto y Luis, firmaban Korda, y así aparecían las fotos que publicaban en la revista Carteles, donde, precisamente, G. Caín (acrónimo de Cabrera Infante, por si alguien lo ignora a estas alturas) publicaba sus singulares críticas de cine. (Aquí me voy a permitir una digresión personal: cuando se publicó en España Un oficio del siglo XX, libro en el que se recogían aquellas críticas, envié un cuestionario con preguntas sobre cine, exclusivamente, al escritor cubano, quien amable y extensamente me contestó. Varias revistas de la época rechazaron publicarlo y desistí del empeño. Quizás debiera ponerme a la tarea de buscar ese cuestionario y darlo a conocer en el blog. Veremos.) 

Según parece, durante muchos años la famosa foto de Korda se le adjudicó a Alberto, quien fuera autor indiscutido de la foto original del Che en la que se basa la mítica foto del revolucionario argentino.

Foto de Korda (Alberto)

A estas alturas parece que nadie duda de que la famosa foto de Fidel Castro y Camilo Cienfuegos la tomara Luis. Margarita Sánchez Treto, viuda del fotógrafo, declaró en 2007, buscando apoyo, curiosamente, en la autoridad del Che: “Él me lo decía, y cada vez que veo esa pifia o desconocimiento, trato enseguida de comunicarme con los que la suscriben, porque como el Che dijera en una carta ‘hay que ceñirse a la verdad como los dedos de la mano a un guante’. Y yo respeto mucho al Che y a la verdad.”

Pero al margen de la autoría, aún hay otros datos curiosos por que se refiere a la foto de los dos comandantes. Luis había tomado varias fotografías. Y lo que sucedió después lo cuenta Jorge Oller Oller: “Cuando reveló los rollos e imprimió las pruebas de contacto no vio ninguna fotografía que le llamara la atención, y se las enseñó a su socio Alberto Díaz que estaba escuchando en la radio el histórico discurso que Fidel dirigía al pueblo cubano desde Columbia [el cuartel Columbia, en el que nació José Lezama Lima,  rebautizado como Ciudad Escolar Libertad] como colofón de aquél descomunal desfile. Fidel a veces hacía un paréntesis en su discurso para preguntarle al Señor de la Vanguardia [uno de los sobrenombres de Camilo Cienfuegos; también fue conocido como el Comandante del Pueblo, el Héroe de Yaguajay y el Héroe del sombrero alón]: ¿Voy bien, Camilo? Y Camilo sonriente le contestaba: ¡Vas bien, Fidel! Aquellas frases repetidas a lo largo de su discurso quedaron grabadas en la mente del pueblo y también en la de Alberto Díaz. Por eso, cuando Luis le mostró las pruebas de contacto vio que una de las fotos reflejaba la frase de Fidel tan reiteraba [sic], solo que había que encuadrarla. El propio Alberto imprimió la foto eliminando las dos terceras partes del negativo para dejar enmarcada solamente la imagen de Fidel y Camilo. De entre las miles de fotografías que se captaron aquel día, ésta fue una de las mejores y ha quedado como un símbolo de aquella hermosa jornada.”

Y es de suponer que la foto se publicara bajo el nombre de Korda, lo que daría pie a los futuros errores. Por otra parte, si esta foto está recortada, ¿no cabe la posibilidad de que Cabrera Infante llegara a conocer la original? Quién sabe. Pero lo más seguro es que se refiera a otra foto [¿la que figura más abajo?], ya que habla de un chófer, de un escolta e incluso del jeep, y en la de Luis Korda no hay nada de eso. Supongo que la foto existe, y que estamos ante una licencia poética del escritor cubano, pero lo cierto es que no he sido capaz de dar con ella. Por cierto, ¿quién será ese tercer comandante? ¿Eloy Gutiérrez Menoyo, que también fue condenado a treinta años? Me rindo ante mi ignorancia de diletante.


Camilo Cienfuegos, Fidel Castro y Huber Matos
Antes de un año, Cienfuegos desaparecería en extrañas circunstancias. Pero antes, cumpliendo órdenes de Castro, arrestaría a Matos, condenado por sedición a 20 años de cárcel.

Margarita Sánchez, la viuda del Luis, añade una última pincelada sobre el devenir de los Korda: “En 1968, exactamente el 14 de marzo, su negocio fue intervenido, y Luis ubicado en el periódico Revolución y Alberto pasó a la revisa Mar y Pesca. Luis luego estuvo como colaborador de la revista Cuba, Bohemia, Palante, Radio Rebelde y en el diario Granma.”

Parece evidente que detrás de una fotografía históricas pueden esconderse otras muchas historias.

5.8.11

+”To his Coy Mistress” (A su esquiva amante), de Andrew Marvell – Videoclip de Damian Lewis –Versión de Octavio Paz

Justo es reconocerlo: la primera vez que vi este video no me gustó en absoluto. Pero dejé pasar un día, y al verlo de nuevo me pareció original: un poema convertido en videoclip. Curiosa idea. Si por casualidad lo veis y no os convence, no dejéis de insistir, por si acaso.

 

A SU ESQUIVA AMANTE

Más tiempo el tiempo, más el mundo, ¡y nuestros!,
no fuera crimen tu esquivez, señora.
Sentados los caminos pensaríamos
dónde apurar de un lento amor las horas:
tú, por el Ganges y sus rojas aguas,
tributo de rubíes; por el Húmber
yo y mi pena, amargando su marea.
Desde el Diluvio en cerco, cederías
hasta la Conversión de los Judíos:
más vasto que un Imperio crecería
mi vegetal amor, y más despacio.
Un siglo en alabanza de tus ojos,
cien años más en contemplar tu frente,
el doble en adorar entrambos pechos
y treinta mil cada secreta parte.
Por revelar el pie, la ceja, el rizo,
un haz de siglos y una edad entera
para tu corazón, sol de tu cuerpo.
Por ti, señora, pródigo no fuera
dilapidando siglos, eras, astros.

Mas a mi espalda, cada vez más cerca,
del tiempo escucho siempre el carro alado
y frente a mí despliega sus desiertos
la vacua eternidad; ya disipada
tu hermosura y mi voz vuelta fantasma
de tu deshecho oído, tu obstinada
virginidad abierta será brecha
al asalto callado del gusano:
polvo serás, cenizas mi deseo.
La tumba es aposento solitario:
si allí nadie te ve, nadie te besa.

Mientras tu piel se encienda con tu sangre
como se enciende con el sol el alba,
mientras tu ser transpire deseoso
por cada poro fuegos perentorios,
goza, gocemos hoy, mientras se puede.
Antes a tiempo al tiempo devoremos
como amorosos pájaros de presa
que entre sus lentas fauces consumirnos.
Acumulemos toda nuestra fuerza,
toda nuestra dulzura, en una esfera,
y las puertas de hierro de la vida,
en la brutal porfía desgarrados,
abra nuestro placer: si no podemos
parar al sol, ¡que gire más de prisa!

Versión de Octavio Paz
(Versiones y diversiones. Barcelona, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 2000.)

“To His Coy Mistress”, de Andrew Marvell, en videoclip.

TO HIS COY MISTRESS

Had we but world enough, and time,
This coyness, lady, were no crime.
We would sit down and think which way
To walk, and pass our long love's day;
Thou by the Indian Ganges' side
Shouldst rubies find; I by the tide
Of Humber would complain. I would
Love you ten years before the Flood;
And you should, if you please, refuse
Till the conversion of the Jews.
My vegetable love should grow
Vaster than empires, and more slow.
An hundred years should go to praise
Thine eyes, and on thy forehead gaze;
Two hundred to adore each breast,
But thirty thousand to the rest;
An age at least to every part,
And the last age should show your heart.
For, lady, you deserve this state,
Nor would I love at lower rate.

But at my back I always hear
Time's winged chariot hurrying near;
And yonder all before us lie
Deserts of vast eternity.
Thy beauty shall no more be found,
Nor, in thy marble vault, shall sound
My echoing song; then worms shall try
That long-preserved virginity,
And your quaint honour turn to dust,
And into ashes all my lust.
The grave's a fine and private place,
But none I think do there embrace.

Now therefore, while the youthful hue
Sits on thy skin like morning dew,
And while thy willing soul transpires
At every pore with instant fires,
Now let us sport us while we may;
And now, like amorous birds of prey,
Rather at once our time devour,
Than languish in his slow-chapped power.
Let us roll all our strength, and all
Our sweetness, up into one ball;
And tear our pleasures with rough strife
Thorough the iron gates of life.
Thus, though we cannot make our sun
Stand still, yet we will make him run.

ANDREW MARVELL
(1621-1678)

3.8.11

+”The Tyger”, de William Blake, recitado por Samuel West

EL TIGRE

Tigre, tigre, que te enciendes en luz
por los bosques de la noche
¿qué mano inmortal, qué ojo
pudo idear tu terrible simetría?

¿En qué profundidades distantes,  en qué cielos
ardió el fuego de tus ojos?
¿Con qué alas osó elevarse?
¿Qué mano osó tomar ese fuego?

¿Y qué hombro, y qué arte
pudo tejer la nervadura de tu corazón?
Y al comenzar los latidos de tu corazón,
¿qué mano terrible? ¿Qué terribles pies?

¿Qué martillo? ¿Qué cadena?
¿En qué horno se templó tu cerebro?
¿En qué yunque? ¿Qué tremendas garras
osaron sus mortales terrores dominar?

Cuando las estrellas arrojaron sus lanzas
y bañaron los cielos con sus lágrimas
¿sonrió al ver su obra?
¿Quien hizo al cordero fue quien te hizo?

Tigre, tigre, que te enciendes en luz,
por los bosques de la noche
¿qué mano inmortal, qué ojo
osó idear tu terrible simetría?

Traducción de Pablo Mañé Garzón
William Blake, Poesía completa.
Barcelona, Ediciones Orbis, 1986.

“The Tyger”, de William Blake

THE TYGER

Tyger! Tyger! burning bright
In the forests of the night,
What immortal hand or eye
Could frame thy fearful symmetry?

In what distant deeps or skies
Burnt the fire of thine eyes?
On what wings dare he aspire?
What the hand dare sieze the fire?

And what shoulder, & what art.
Could twist the sinews of thy heart?
And when thy heart began to beat,
What dread hand? & what dread feet?

What the hammer? what the chain?
In what furnace was thy brain?
What the anvil? what dread grasp
Dare its deadly terrors clasp?

When the stars threw down their spears,
And watered heaven with their tears,
Did he smile his work to see?
Did he who made the Lamb make thee?

Tyger! Tyger! burning bright
In the forests of the night,
What immortal hand or eye
Dare frame thy fearful symmetry?

1794

WILLIAM BLAKE

2.8.11

+”Épitaphe”, de Gérard de Nerval, recitado por Alain Cuny

EPITAFIO

Unas veces vivió alegre como un pájaro,
Enamorado, y luego despreocupado y tierno,
Otras sombrío, errático como un triste Pierrot,
Un día oyó que alguien golpeaba su puerta.

¡Era la muerte! Entonces le rogó que quisiese
Dejarle terminar su último soneto,
Y luego fue, impasible, a colocar su cuerpo
Que temblaba, en el fondo del helado ataúd.

Era un hombre holgazán, según cuenta la historia,
El tintero en su mesa se secaba olvidado.
Todo quiso saberlo, y nada consiguió.

Y al llegar el momento en que, harto de esta vida,
Al fin voló su alma, una noche de invierno
Dejó el mundo diciendo: “¡Para qué vine aquí!”.

GÉRARD DE NERVAL 
(Las quimeras y otros poemas. Versión de Anne Marie Moncho y José Luis Jover. Madrid, Visor, 1974. La traducción de este poema es de Anne Marie Moncho.)

“Épitaphe”, de Gérard de Nerval
ÉPITAPHE

Il a vécu tantôt gai comme un sansonnet,
Tour à tour amoureux insoucieux et tendre,
Tantôt sombre et rêveur comme un triste Clitandre.
Un jour il entendit qu’à sa porte on sonnait.

C’était la Mort ! Alors il la pria d’attendre
Qu’il eût posé le point à son dernier sonnet ;
Et puis sans s’émouvoir, il s’en alla s’étendre
Au fond du coffre froid où son corps frissonnait.

Il était paresseux, à ce que dit l’histoire,
Il laissait trop sécher l’encre dans l’écritoire.
Il voulait tout savoir mais il n’a rien connu.

Et quand vint le moment où, las de cette vie,
Un soir d’hiver, enfin l’âme lui fut ravie,
Il s’en alla disant : " Pourquoi suis-je venu ? ".

GÉRARD DE NERVAL 

1.8.11

EL ALAMBIQUE. Revista de poesía. Número 3. (Índice y poemas de Javier Salvago)

El-Alambique-n-3_thumb

Ya está en la calle el número 3 (mayo-octubre 2011) de la revista semestral de poesía El Alambique. Esta entrega añade una nueva sección 
versión castellana– y tiene 128 páginas. Como de costumbre, Agustín Porras, el director, propone el Brindis de bienvenida.

Las restantes secciones son:

Tienen la palabra
Poemas de Viviana Paletta, José María Delgado, José Miguel Ridao, Jorge Riechmann, Adolfo Castañón, Raquel Lanseros, José Gutiérrez, Lilián Pallares, José Luis Ortiz Berenguer, Ruy Ventura, José Cereijo, Teo Serna, Jorge Dot, Rómulo Bustos, Begoña Abad, Andrés Unger, José Miguel Domínguez Leal, Óscar Martín Centeno, Leandro Calle, José Luis Gómez Toré, Jesús Aparicio González, Fernando de Castro Soubriet, Teresa Florensa Busom, Adolfo Burriel, Juana Vázquez, Sergio Laignelet, Ramón Bascuñana, María José Martínez, María Cinta Montagut y Emilio Pedro Gómez.

Homenaje 
Homenaje a Julio Antonio Gómez, coordinado por Ángel Guinda.
Textos de Antón Castro, Fernando Ferreró, Alfredo Saldaña Sagredo, Adolfo Burriel, Antonio Pérez Morte, Miguel Ángel Longás, M. Martínez Forega, Miguel Luesma Castán, Luis Felipe Dionis Minguillón, Rosendo Tello y Ángel Guinda.
Se incluye asimismo una Antología poética de Julio Antonio Gómez, seleccionada por Ángel Guinda.
Ilustra la sección un álbum de fotos del poeta.

Un boceto del natural  
Apuntes y canciones del camino, de Javier Salvago.
Cinco mujeres, de Ignacio Gómez de Liaño.
 

Discursos 
Dante en Bécquer, por Agustín Porras.

Versión castellana 
Anábasis (Una canción  y dos cantos), de Saint-John Perse, traducción de Luis Valdesueiro.

La penúltima
Página autógrafa de El cantar de los cantares (versión sonámbula de Julio Antonio Gómez).


Artistas invitados
Ilustran este número: Ricardo Calero, Juan Hernández y Pat Andrea.

Copio a continuación algunos poemas, jocosamente serios y metafísicos,
de Javier Salvago,
espigados de sus

Apuntes y canciones del camino

II

Echa vino, tabernero,
que hoy me siento como un trapo
y quiero andar por los suelos.

Echa vino, tabernero,
hasta que ya no me acuerde
de quién soy ni por qué bebo.

III

No hay mal que por bien no venga.
Pero mientras viene el bien
qué larga se hace la espera.

Porque, en el dolor, la dicha
se ve tan lejos que llegas
hasta a dudar de que exista.

No hay mal que por bien no venga.
Pero que venga corriendo
que tanto mal desespera.


VII

En la vida todo dura
lo que dura la ilusión.
Al despertar, ves la trampa,
ves el truco y el cartón.


IX

Todo tiene remedio
menos la muerte,
que es de todo remedio.


X

La muerte es la medicina
que cura todos los males.
Cuando llega, no hay herida,
dolor, ni pena que aguante.

No me da miedo la muerte
porque morir es soñar.
Lo que me asusta es perderte
y no encontrarte jamás.


XIV

La vida es sueño,
como sentencia el clásico.
Pero la muerte
es un sueño más largo,
sueño sin tiempo.

Javier Salvago