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18.3.11

*María Zambrano: “El centro — La angustia”

María_Zambrano

Sobreviene la angustia cuando se pierde el centro. Ser y vida se separan. La vida es privada del ser y el ser, inmovilizado, yace sin vida y sin por ello ir a morir ni estar muriendo. Ya que para morir hay que estar vivo, y para el tránsito, viviente.

(“Que yo, Sancho, nací para vivir muriendo” es una confesión de un ser, sobre vivo, viviente.)

El ser sin referencia alguna a su centro yace, absoluto en cuanto apartado; separado, solitario. Sin nombre. Ignorante, inaccesible. Peor que un algo, despojo de un alguien. Se hunde sin por ello descender ni moverse, ni sufrir alteración alguna, resiste a la disgregación amenazante. Es todo.

Y la vida se derrama del ser descentrado simplemente. No encuentra lugar que la albergue, entregada a su sola vitalidad. Angustia del joven, del adolescente y aun del niño que vaga y tiene tiempo, todo el tiempo, un tiempo inhabitable, inconsumible; situación derivada del no estar sometida a un ser y, a su través, a un centro. Tiende a volver a su condición primaria, a la avidez colonizadora; se desparrama y aun se ahoga en sí misma, agua sin riberas, hasta que encuentra, si felizmente encuentra, la piedra.

Angustia

Reaccionar en la angustia o ante ella
—Kierkegaard alcanza en este punto autoridad de mártir y de maestro— es el infierno. La quietud bajo ella es indispensable. La quietud que no consiste en retirarse sino en no salirse del simple sufrir que es padecer. En este padecer el ser se despierta, se va despertando necesitado de la vida y la llama. La llama si ha resistido a la tentación inerte de seguir la vida en su derramarse. Y cuando la vida torna a recogerse es el momento en que el alguien, el habitante del ser —si no es el ser mismo— establece distancia, una diferencia de nivel para no quedar sumergido por el empuje de la vida como antes lo estaba por la ausencia de ella. Y pasa así de estar sin lugar a ser su dueño mientras es simplemente alzado de un modo embriagante. Pasa de quedarse sin vida a quedarse solo con esa vida parcial que vuelve por docilidad de sierva.

Ya que la vida es como sierva dócil a la invocación y a la llamada de quien aparece como dueño. Necesita su dueño, ser de alguien para ser de algún modo y alcanzar de alguna manera la realidad que le falta.

Y la realidad surge, la del propio ser humano y la que él necesita haber ante sí, solo en esta conjunción del ser con la vida, en esta mezcla no estable, como se sabe. Y así antes de separarse en la situación terrestre —la que conocemos y sufrimos— ha de fijarse una extraña realidad, la del propio sujeto, la del ser que ha cobrado por la vida y merced a ella, la realidad propia. Y la vida, sierva fiel, podrá entonces retirarse habiendo cumplido su finalidad saciada al fin, sin avidez sobrante. Y lo hará dejando siempre algo de su esencia germinante, nada ideal ni que pueda por tanto ser captado; algo que puede solamente reconocerse en tanto que se siente, en esa especie, la más rara del sentir iluminante, del sentir que es directamente, inmediatamente conocimiento sin mediación alguna. El conocimiento puro, que nace en la intimidad del ser, y que lo abre y lo trasciende, “el diálogo silencioso del alma consigo misma” que busca aún ser palabra, la palabra única, la palabra indecible, la palabra liberada del lenguaje.

María Zambrano
Claros del bosque
Barcelona, Seix Barral, 1977.

6 comentarios:

Joselu dijo...

La angustia ha sido un estado recurrente en mi vida, salvo ahora que la química me la atempera.... En estas reflexiones sobre la angustia me parecen demasiado literarias. No sé si alguien que hubiera experimentado la angustia hablaría así, con esa distancia, sobre ella. Es como una percepción intelectual de la angustia que no tiene nada que ver con ese sentimiento que te socava, que te hace odiarte, que te hace desear morir. Leer este texto es como asistir a un ejercicio del laboratorio del intelecto, que veo poco próximo a lo que yo he sentido que era algo más orgánico, más ominoso, más estremecedor. Eso sí. Es hermoso.

Luis Valdesueiro dijo...

No te falta razón en tu comentario, Joselu. María Zambrano, como filósofa que es, creo que habla más desde un punto de vista metafísico que clínico; y en ese sentido, más abstracto que concreto, más universal que particular, más difuso que preciso. Más que a la angustia concreta, parece referirse a la angustia de cualquier ser humano por el mero hecho de haber nacido, "el mayor pecado del hombre", según Calderón. Y por supuesto, como bien dices, el texto es hermoso.
Saludos.

Luis Valdesueiro dijo...

No te falta razón en tu comentario, Joselu. María Zambrano, como filósofa que es, creo que habla más desde un punto de vista metafísico que clínico; y en ese sentido, más abstracto que concreto, más universal que particular, más difuso que preciso. Más que a la angustia concreta, parece referirse a la angustia de cualquier ser humano por el mero hecho de haber nacido, "el mayor pecado del hombre", según Calderón. Y por supuesto, como bien dices, el texto es hermoso.
Saludos.

Anónimo dijo...

No me lo puedo creer, encontrar de repente este texto maravilloso en un blog… Sí, maravilloso, aunque, en mi opinión, no va sobre la angustia, exactamente.

Recuerdo que hubo un tiempo, cuando era más joven y mucho más tonto, que cuando estaba –en la cama- con alguien que me gustaba, le proponía un juego estúpido. Le leería cierto texto y, si lo entendía, lo amaría siempre. Si no lo entendía, no volvería a verlo. El texto en cuestión era siempre el mismo. Y era, precisamente, éste de María Zambrano sobre el centro y la angustia.

Recuerdo una vez que estaba con un tío que me gustaba, y a quien yo le gustaba, también. Aceptó jugar y no entendió nada. No quise volver a quedar con él, drástica decisión que no encajó nada bien.

Entonces aún vivía María Zambrano, que fallecería poco después. Entonces, cierto día me crucé por la calle con aquel chaval, que con una sonrisa de triunfo, se me acercó y me espetó a la cara:

- María Zambrano ha muerto, ¡je, je, je!

Fantástico.

Luis Valdesueiro dijo...

Curiosa historia, Anónimo. San Juan de la Cruz dijo que "a la tarde te examinarán en el amor", pero tengo la impresión de que se refería a otro tipo de exámenes. Lo cierto es que jugar es algo terriblemente serio.

Anónimo dijo...

Gracias por tu respuesta, Luís Valdesueiro. Y gracias por construir un blog como este. Lo encontré de casualidad. Bueno, no fue un hallazgo completamente casual. Lo cierto es que estaba buscando precisamente este texto de María Zambrano para copiarlo en otro sitio. Como recordaba frases enteras de él de memoria, no me resultó difícil encontrarlo con google, que me dirigió aquí casi como primera opción.

Creo que me pasaré por este blog más veces.

Por cierto, me llamo Pepe. Aparentemente es un nombre bastante vulgar, pero créeme, puede transportar consigo toda la profunda poesía de lo cotidiano… :-)

Saludos cordiales

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