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21.12.09

*Góngora: Un soneto (más un sueño ajeno)

Góngora

Un sueño

Una noche tuve un raro sueño. Soñé que Góngora y Quevedo, dejando de lado odios y pullas, se reconciliaban, animados por el deseo de escribir un soneto al alimón, y por el no menos ferviente deseo de contravenir su destino.

-Yo me cuidaré de los cuartetos -dijo don Luis-. Quisiera tener esa libertad, sin necesidad de apelar a razones; si no fueran razón suficiente los años que he vivido de más.

-Queden para mí los tercetos  -consintió Quevedo-. Desenvainaré la pluma, y con dos mandobles remato la faena.

Góngora concluyó con presteza su parte. Cuando don Francisco leyó los cuartetos, torció el gesto, pensativo. "Esto  no hay cristiano que lo enderece", dijo para sus adentros.  Tanta estragada y críptica belleza le sofocaba el ánimo. Cuando tomó la pluma, la rabia se amotinó en sus dedos, y vertió en sus palabras la fiereza del dolor.

Hasta aquí el sueño. Lo cierto es que el soneto lo escribió Góngora en los años finales de su vida, años de quebrantada salud y agobiante pobreza, años de sufrimiento. Es un soneto que, bien mirado, parece un centauro de soneto. Quizá pensaba algo así Salcedo Coronel, cuando afirmaba que era "uno de los más sentenciosos y elegantes sonetos que escribió don Luis". Elegante y sentencioso: Góngora y Quevedo, en mi sueño.

LUIS VALDESUEIRO

29 de agosto de 1623

DE LA BREVEDAD ENGAÑOSA DE LA VIDA

Menos solicitó veloz saeta
destinada señal, que mordió aguda;
agonal carro por la arena muda
no coronó con más silencio meta,

que presurosa corre, que secreta,  
a su fin nuestra edad. A quien lo duda
(fiera que sea de razón desnuda)
cada sol repetido es un cometa.

Confiésalo Cartago, ¿y tú lo ignoras?
Peligro corres, Licio, si porfías
en seguir sombras y abrazar engaños.

Mal te perdonarán a ti las horas,
las horas que limando están los días, 
los días que royendo están los años.

LUIS DE GÓNGORA (1561-1627), Sonetos completos. Edición, introducción y notas de Biruté Ciplijauskaité. Clásicos Castalia, Madrid, 2ª ed., 1975.

Bajo esta etiqueta -Florilegio (Antología mínima de autores varios)- pretendo acoger una selección de textos breves (verso y prosa) que, al margen de cualquier juicio crítico, me han interesado como lector. Los textos en prosa responden a "géneros" que hacen de la brevedad virtud: aforismos, poemas en prosa, fragmentos, microcuentos, etc. De los textos poéticos en otras lenguas ofrezco el original. Menciono, asimismo, la edición utilizada en cada caso. (Téngase por excepción cualquier olvido de estas pautas.)

20.12.09

Profecía

Quien no fue feliz alguna vez, nunca lo será.

18.12.09

*Nasrudín: Historias

¿Me explico?

Nasrudín estaba echando puñados de migajas alrededor de su casa.

Alguien le preguntó: -¿Qué está haciendo?

-Mantengo alejados a los tigres.

-Pero si en estos lugares no hay tigres.

-Así es. Es efectivo, ¿verdad?

Aquí hay más luz

Alguien vio a Nasrudín buscando algo en el suelo.

-¿Qué has perdido, Mulá? -le preguntó.

-Mi llave -dijo el Mulá.

Fue así que ambos se arrodillaron para buscarla.

Después de un rato, el otro hombre preguntó:

-¿Dónde se te cayó, exactamente?

-En mi casa.

-Entonces, ¿por qué buscas aquí?

-Hay más luz aquí que dentro de mi casa.

Enciende la vela

Nasrudín estaba sentado conversando con un amigo cuando caía la noche.

-Enciende una vela -dijo el amigo-, pues ya ha oscurecido. Encontrarás una a tu izquierda.

-¡Tonto! ¿Cómo puedo distinguir mi izquierda de mi derecha en la oscuridad? -preguntó el Mulá.

Él sabe la respuesta

Un toro que pertenecía a un turcomano, rompió la cerca de la finca de Nasrudín y regresó al trote a la casa de su dueño. Nasrudín lo siguió y comenzó a azotarlo.

-¡Cómo se atreve usted a apalear a mi toro! -rugió enfurecido el turcomano.

-¡Usted no se meta! -dijo Nasrudín-. Él sabe por qué. El asunto es entre nosotros dos.

Clases de días

Un hombre detuvo a Nasrudín y le preguntó qué día de la semana era.

-No sabría decirle -contestó el Mulá-. Soy forastero. No sé qué días de la semana tienen aquí.

Todo lo que se necesita

Un monarca cruel e ignorante que había oído de los poderes de Nasrudín, le dijo:

-Si no pruebas que eres un místico, te mandaré colgar.

Rápidamente, Nasrudín contestó:

-Veo cosas extrañas: un ave dorada en el cielo y demonios bajo la tierra.

-¿Cómo puedes ver a través de objetos sólidos y ver a tanta distancia en el cielo?

-Todo lo que se necesita es miedo -contestó el Mulá.

IDRIES SHAH, Las hazañas del incomparable Mulá Nasrudín. Traducción de Manuel Guerra. Ediciones Paidós, Barcelona, 2ª reimpr., 1990.

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17.12.09

Casualidades

Haberlas, haylas. Y no son meigas, que son casualidades, coincidencias fortuitas que parecen esconder (o eso creemos) un sentido oculto. Voy al caso. El pasado lunes colgué en el blog (me pregunto si este verbo patibulario es el apropiado) una selección de los Dichos de san Juan de la Cruz. Un día después descubrí, ¡oh, casualidad!, que el lunes había sido el aniversario de la muerte del santo. Hacía tiempo que tenía preparados esos textos, igual que otros. ¿Por qué los colgué ese día? Pura casualidad. Pero quien estuviera al tanto del aniversario, pudiera pensar que se trataba de una elección. Una simple casualidad, pues, y un buen tema de reflexión, si elevamos la anécdota a categoría criminal: qué difícil es demostrar la inocencia, cuando nadie te cree y los hechos (o su interpretación) hablan en tu contra. Recientemente se ha dado algún caso de ese tenor. Y ante tal situación, un inocente siempre queda inerme. El culpable está mejor pertrechado: puede mentir, reírse, engañar, incluso ciscarse en la sociedad... El inocente sólo cuenta con la verdad, y una verdad que no es creída, de poco sirve: prisionero de ella, incluso el inocente puede acabar lleno de dudas. El culpable puede negar la realidad; el inocente, no, y ése es su sino. Porque a veces es más fácil a los culpables zafarse de la justicia que a los inocentes. Cosas de la vida y, a veces, de las casualidades.

16.12.09

Burlas del tiempo

A veces, uno piensa: ¡Qué lejos queda ya aquello que creíamos que nunca llegaría! Lo amable de la vida, lo ingrato. Las cosas vividas dormitan en la memoria, mientras el tiempo vivo ni duerme ni descansa.

A veces, engañado por la fantasía, uno cree que no ha llegado lo que ya dejó de ser. La imaginación se divierte jugando con los deseos y azuzando los temores. Los deseos pujan, los temores frenan. ¿Quién puede ser libre, quién vive sin temor, como quería Spinoza?  A veces, es tan grande el temor que llegamos a temer lo que queremos. Quien lo ha vivido, lo sabe. Para el resto, no hay sombra en el deseo, todo es luz.

A cada momento, el tiempo se ríe de nosotros, con su risa sardónica de días y de noches.

15.12.09

Don Quijote busca halagos

Don Quijote 
Después de la lucha con el vizcaíno, Don Quijote, ávido de reconocimiento, sonsaca a Sancho: "Pero dime por tu vida: ¿has visto más valeroso caballero que yo en todo lo descubierto de la tierra? ¿Has leído en historias otro que tenga ni haya tenido más brío en acometer, más aliento en el perseverar, más destreza en el herir, ni más maña en el derribar?"
Y Sancho le contesta con llaneza: "La verdad sea que yo no he leído ninguna historia jamás, porque ni sé leer ni escribir, mas lo que osaré apostar es que más atrevido amo que vuestra merced yo no le he servido en todos los día de mi vida..." (I, x.)

14.12.09

*San Juan de la Cruz: Dichos de luz y amor

San Juan de la Cruz 

AUTÓGRAFO DE ANDÚJAR

7. El alma sola, sin maestro, que tiene virtud, es como el carbón encendido que está solo; antes se irá enfriando que encendiendo.

15. Niega tus deseos y hallarás lo que desea tu corazón: ¿qué sabes tú si tu apetito es según Dios?

34. Un solo pensamiento del hombre vale más que todo el mundo; por tanto, sólo Dios es digno de él.

59. A la tarde te examinarán en el amor; aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición.

71. Aunque obres muchas cosas, si no aprendes a negar tu voluntad y sujetarte, perdiendo cuidado de ti y de tus cosas, no aprovecharás en la perfección.

PUNTOS DE AMOR

96. El alma que anda en amor, ni cansa ni se cansa.

112. Cinco daños causa cualquier apetito en el alma: el primero, que inquieta; el segundo, que la enturbia; el tercero, que la ensucia; el cuarto, que la enflaquece; el quinto, que la oscurece.

120. Las condiciones del pájaro solitario son cinco. La primera, que se va a lo más alto; la segunda, que no sufre compañía, aunque sea de su naturaleza; la tercera, que pone el pico al aire; la cuarta, que no tiene determinado color; la quinta, que canta suavemente. Las cuales ha de tener el alma contemplativa que se ha de subir sobre las cosas transitorias, no haciendo más caso de ellas que si no fuesen, y ha de ser tan amiga de la soledad y silencio, que no sufra compañía de otra criatura; ha de poner el pico al aire del Espíritu Santo, correspondiendo a sus inspiraciones, para que haciéndolo así, se haga más digna de su compañía; no ha de tener determinado color, no teniendo determinación en ninguna cosa, sino en lo que es voluntad de Dios; ha de cantar suavemente en la contemplación y amor de su Esposo.

124. Desasida de lo exterior, desaposesionada de lo interior, desapropiada de las cosas de Dios, ni lo próspero la detiene ni lo adverso la impide.

153. Procure conservar el corazón en paz; no le desasosiegue ningún suceso de este mundo; mire que todo se ha de acabar.

OTROS AVISOS

171. Quien supiere morir a todo, tendrá vida en todo.

175. Manso es el que sabe sufrir al prójimo y sufrirse a sí mismo.

185. De trabajos, cuanto más mejor.

SAN JUAN DE LA CRUZ (1542-1591), Dichos de luz y amor, en Obras completas. Revisión textual, introducciones y notas al texto de José Vicente Rodríguez. Editorial de Espiritualidad, Madrid, 3ª ed., 1988.

Bajo esta etiqueta -Florilegio (Antología mínima de autores varios)- pretendo acoger una selección de textos breves (verso y prosa) que, al margen de cualquier juicio crítico, me han interesado como lector. Los textos en prosa responden a "géneros" que hacen de la brevedad virtud: aforismos, poemas en prosa, fragmentos, microcuentos, etc. De los textos poéticos en otras lenguas ofrezco el original. Menciono, asimismo, la edición utilizada en cada caso. (Téngase por excepción cualquier olvido de estas pautas.)

La hormiga y la cigarra (y la mosca también)

Hormiga 

Que la hormiga es hacendosa, lo sabe el más simple. Que la cigarra es cantarina, resulta evidente. Ah, la pobre hormiga, apocada, laboriosa y estoica. Ah, la jovial cigarra,  gozadora, divertida y epicúrea.

La jovial cigarra no tiene ojos para el futuro, busca el placer del instante. No ve más allá de su puro deseo, ni admite dilaciones entre el querer y el tener. Y si por casualidad su mirada se tropieza con la hormiga, siente pena de ella, la compadece por vivir azacaneada y, a su manera, libre. "No sabe vivir -se dice la cigarra-. Vivir es otra cosa. Vivir es disfrutar, gozar. Vivir es vivir."

La estoica hormiga, por su parte, de tan atareada como está, no tiene ojos, ni casi oídos, para la cigarra. Esta hormiga puede que sea la misma  que paró los pies a una mosca presuntuosa y repipi: que si me detengo en los altares..., que si recorro los templos..., que si soy la primera en probar las vísceras para los dioses... La mosca llegó a jactarse de que se posaba en la cabeza del rey. Mientras la escuchaba, la hormiga pensó que tampoco despreciaría sus excrementos. Para quitársela de encima,  le hizo ver el asco con que era acogida en todos los sitios, y cómo era espantada de todos los lugares. Pero lo que peor sufría la hormiga era que la mosca se ufanase de no trabajar. "Por eso, cuando es menester, nada tienes", le hirió con la cerbatana de palabras. En el verano, piensa la hormiga, la puta mosca se da festines de mierda y no para de incordiar; menos mal que en invierno calla, encogida por el frío. 

Y es que el invierno siempre llega. Y la cigarra acaba mirando a la hormiga con inquina. Con inquina y con envidia. Con envidia y con odio. Porque la cigarra odia a la hormiga como si fuera la causa de sus males, como si pusiera palitroques en la rueda de su existencia. Y la hormiga, tan ajena a lo insustancial de la vida, no deja de sentir el odio que cae sobre ella. Y a veces tiene algún atisbo de reflexión, pero enseguida lo acalla, y vuelve a la tarea. Ella no odia, ni desprecia, pero sufre el odio y el desprecio. Sabe que a pesar de ser hormiga, puede acabar siendo chivo, expiatorio. Pero -se pregunta, si alguna vez desfallece-, ¿por qué culpar a los otros de los frutos de nuestra desidia? En ocasiones, la hormiga no entiende nada. Sabe que la libertad es un don que exige mucho. Y ella se afana por estar a la altura de ese don. Sabe que, como dijo el poeta, el ocaso es igual en Lisboa y en Estambul. La hormiga anda mucho y viaja poco. Y quizá se equivoque. En ocasiones se siente mezquina, y no siempre está a la altura de la realidad, encerrada como vive en una libertad que no le debe nada a nadie. Tal vez sea un poco misántropa, aunque en hormiga. Pero lo cierto es que sus ojos sólo le sirven para ver. Y nada más. Ni lanzan rayos de deseo, ni despiden fuegos de envidia. Lo dicho: ojos para ver, y nada más. No obstante, si llega el caso, la hormiga es muy capaz de odiar y despreciar, porque en la botica de los sentimiento cualquier remedio vale. Pero lo que no comprende la hormiga, bajo ningún concepto, es que la cigarra le culpe de sus males. A veces escucha, de soslayo, terribles palabras, escupidas  con asco. La laboriosa hormiga, presa de sus afanes, se entrega a los días, sabedora de que el tiempo da vueltas y revueltas, y que ella, hormiga humilde, apenas tiene, para vivir la  vida, el deseo de vivir lo que la vida quiera darle.

12.12.09

Paradojas verbales

Abstemio como era, le encantaba la palabra dipsomanía, y despreciaba a los burdos borrachos, que traicionan la ebriedad apolínea. 

*    *    *

Rendido hipocondriaco, le seducían los nombres de escogidas enfermedades: erisipela, ictericia, malaria... El nombre de otras, con buen sentido, le horrorizaba: son nombres que pellizcan la memoria de los seres vivos.  

10.12.09

*Cecco Angiolieri: Sonetos de "escarnio y maldecir"

LXXXVI

S'i' fosse foco, arderei 'l mondo;
s'i' fosse vento, lo tempesterei;
s'i' fosse acqua, i' l'annegherei;
s'i' fosse Dio, mandereil'en profondo;

s'i' fosse papa, sare'allor giocondo
che tutti cristïani imbrigherei;
s'i' fosse 'mperator, sa' che fare?
A tutti mozzarei lo capo a tondo.

S'i' fosse morte, andarei da mi' padre;
s'i' fosse vita, fuggirei da lui:
similemente farìa da mi' madre.

S'i' fosse Cecco, com'i' sono e fui,
torrei le donne giovani e leggiadre:
e vecchie e laide lasserei altrui.

Si fuese fuego, quemaría el mundo;
si fuese viento, lo arrasaría;
si fuese agua, lo inundaría;
si fuese Dios, lo enterraría.

Si fuese papa, sería yo cachondo,
porque a todos los cristianos metería en líos;
si fuese emperador, ¿sabes qué haría?
Les cortaría a todos la cabeza de cuajo.

Si fuese muerte, iría a por mi padre;
si fuese vida, huiría de él:
lo mismo haría con mi madre.

Si fuese Cecco, como soy y fui,
me llevaría las mujeres jóvenes y bellas:
y las viejas y feas dejaría a los demás.

CII
[A Dante Alighieri]

Dante Alighier, s'i' so bon begolardo,
tu mi tien' bene la lancia a le reni;
s'eo desno con altrui, e tu vi ceni;
s'eo mordo 'l grasso, tu ne sugi 'l lardo;

s'eo cimo 'l panno, e tu vi freghi 'l cardo:
s'eo so discorso, e tu poco raffreni;
s'eo gentileggio, e tu misser t'avveni;
s'eo so fatto romano, e tu lombardo.

Si che, laudato Deo, rimproverare
poco pò l'uno l'altro di noi due:
sventura o poco senno cel fa fare.

E se di questo vòi dicere piùre,
Dante Alighier, i' t'averò a stancare;
ch'eo so lo pungiglion, e tu se' 'l bue.

Dante Alighieri, si soy tan charlatán,
tú bien me vas pisando los talones;
si yo como con otros, cenas tú;
si muerdo sebo, tú chupas tocino;

si yo maldigo, más criticas tú:
si yo exagero, tú poco te frenas;
si yo soy noble, tú señor resultas;
si yo me he hecho romano, tú lombardo.

Así que, gloria a Dios, reprochar poco
puede uno a otro de nosotros dos:
pena y poco sentido así nos hacen.

Y si de esto dijeras tú más cosas,
Dante Alighieri, yo te cansaré;
porque yo soy el aguijón y tú el buey.

CECCO ANGIOLIERI (1260-1312?), Cancionero. Introducción, traducción y notas de Ángel Guinda. Olifante, Zaragoza, 1990.

Bajo esta etiqueta -Florilegio (Antología mínima de autores varios)- pretendo acoger una selección de textos breves (verso y prosa) que, al margen de cualquier juicio crítico, me han interesado como lector. Los textos en prosa responden a "géneros" que hacen de la brevedad virtud: aforismos, poemas en prosa, fragmentos, microcuentos, etc. De los textos poéticos en otras lenguas ofrezco el original. Menciono, asimismo, la edición utilizada en cada caso. (Téngase por excepción cualquier olvido de estas pautas.)

9.12.09

La poesía moderna, según Ricardo Reis

La poesía moderna, declaraba Ricardo Reis, es una poesía de masturbadores. Lo chocante de la expresión no le resta validez crítica, antes al contrario. La frase da en el blanco del narcisismo. El masturbador busca su placer, con autosuficiencia en la búsqueda; y pone todo su empeño en sacar de sí mismo -a base de método, estudio y dedicación- lo que de otro modo no sabría. Pero es evidente que nadie puede obligarse a sentir lo que no siente. En ese empeño, siempre hay traición, burla del sentir. Tristes masturbaciones en las que el placer es desbancado por la férrea voluntad, tristes. En la búsqueda de nosotros mismos, a veces llegamos a encontrar al que no somos. Triste invierno de los sentimientos, si apenas son el rescoldo de lo vivido, tristes. ¿Por qué la poesía, tan esquiva con el adulto, seduce al joven? ¡Quién lo sabe! Pero si no es ésa la realidad, lo cierto es que lo parece. Quizá pudiéramos encontrar ahí  una explicación al hecho de que los sentimientos más veraces acaben convertidos, con el paso del tiempo, en burdo sentimentalismo de cartón piedra. (Miércoles, 17/12/03).

8.12.09

¿Cuándo se acaba un cuadro? o sobre el estilo

Cervantes Creo que fue Paul Valéry quien se planteó esta pregunta, quizás en Tel quel, pero no estoy seguro. La pregunta es muy pertinente, y va más allá de la pintura. Cualquiera que haya tenido veleidades pictóricas, o cualquier clase de veleidades, comprenderá su importancia. En una época -que duró meses- me dio por embadurnar lienzos. Aunque tuvieran la pretensión de ser cuadros abstractos, creo que ni siquiera eran cuadros. Del lienzo inmaculado a la obra acabada, sólo había un paso, y yo lo daba con inaudita alegría, aunque a veces me planteaba añadir más y más colores llevado por el deseo barroco de no dejar ningún resquicio. El asunto remedaba el juego de las siete y media. Y muchas veces descubría que me había pasado, y que no había vuelta atrás.
Estas nimias digresiones me las ha sugerido la relectura de un corto artículo de Azorin, "Corregir el estilo", publicado en Con permiso de los cervantistas. El maestro Azorín concluye citando un revelador aforismo de Nietzsche, "Corregir el pensamiento". Afirma el  filósofo errante: Corregir el estilo es corregir el pensamiento. ¡Nada menos! Quien no lo comprenda enseguida no lo comprenderá nunca. Comienza Azorín el artículo declarando que Cervantes se abandona -en la vida y en el estilo-,  y que ese abandono, esa dejadez y esa negligencia nos lo hace simpático. Llega un momento en la vida en que Cervantes se abandona, dice el pequeño filósofo. (Quizá sea ese abandono, tan alabado por Azorín, el que horrorizaba a Borges.)
Tenemos, pues, a un Cervantes que se deja llevar por el abandono, un Cervantes nada tiquismiquis, un Cervantes que escribe hacia adelante, sin mayores preocupaciones. Ni añade adornos, ni resta descuidos. Palabra que escribe, palabra que queda. No corrige su estilo y ese estilo es él mismo. Para ilustrar el abandono cervantino, Azorín trae a colación el Cervantes de Ricardo de Rojas. Dedica el autor una parte del libro a estudiar el estilo de Cervantes. Usurpa Rojas un párrafo del Quijote:
El ventero, que como está dicho, era un poco socarrón, y ya tenía barruntos de la falta de juicio de su huésped, acabó de creerlo cuando acabó de oírle semejantes razones, y por tener que reír aquella noche, determino de seguirle el humo.
Y acto seguido emprende la tarea de corregir a Cervantes:
El ventero, como está dicho, era un poco socarrón. Tenía ya barruntos sobre la locura de su huésped, y acabó de creerlo cuando le oyó semejantes razones. Por divertirse aquella noche, dispuso seguirle el humor.
Ante semejante osadía, Azorín -para acabar de retorcer el pescuezo al absurdo- ofrece su ceñida versión:
El ventero -está dicho-, un poco socarrón, con barruntos sobre la locura de su huésped, se afianzó en su idea al escucharle: por divertirse aquella noche, le siguió el humor.
Asustado por el resultado del experimento, Azorín se pregunta: ¿Y Cervantes, con su simpático abandono? ¿Dónde ha quedado el abandono de Cervantes?
Es evidente que el mismo libro, leído en época distinta, dice cosas distintas (como demostró Pierre Menard); pero asimismo es evidente que cualquier autor puede ser traducido a nuestro estilo, aun a riesgo de dejar de ser quien era. Y es que hay múltiples maneras de pintar lo mismo, aunque cada una sea distinta, y sólo una la original. 

6.12.09

*Kierkegaard: Diapsálmata

       kierkegaard_soren                                                          

Se dice que en la vejez se realizan los sueños de la juventud. Esto se ve muy bien en el caso de Swift. En su juventud construyó un manicomio y se encerró en él los últimos años de su vida. [11]

Yo digo de mis penas lo que los ingleses dicen de sus casas: mi pena is my castle. Muchos hombres consideran que tener penas es una de las comodidades de la vida. [15]

¡Ay, la puerta de la dicha no se abre hacia dentro! Por eso de nada sirve empujarla violentamente para forzarla. No, la puerta de la dicha se abre hacia fuera, y en este sentido no hay nada que hacer. [21]

Divido mi tiempo de la siguiente manera: la mitad lo paso durmiendo, la otra mitad soñando. Y cuando duerno no sueño nunca. Sería una lástima, pues dormir es la mayor de todas las genialidades. [42]

Ser un hombre completo es lo más grande que hay. Acaban de salirme unos juanetes, algo es algo. [43]

Mi alma está tan pesada que ya no existe una sola idea que pueda auparla, ni siquiera un golpe de alas cualquiera que la ponga en el aire otra vez. Si se mueve, lo hace a ras de tierra, como los pájaros que huyen rasantes en cuanto se anuncian los primeros síntomas del huracán. Sobre mi íntima esencia se ciernen un abatimiento y una angustia que barruntan un terremoto. [49]

¡Miserable destino! En vano adornas tu arrugado rostro como una vieja ramera, en vano metes ruido con cascabeles de bufón. De cualquier manera me repugnas, porque siempre eres el mismo, absolutamente el mismo. Nunca un cambio, siempre aplastándonos y reconociéndonos. ¡Venid, sueño y muerte! Vosotros no prometéis nada y lo cumplís todo. [52]

ALTERNATIVA. Una conferencia extática                                                                     Si te casas, te arrepentirás; si no te casas, también te arrepentirás. Te cases o no te cases, lo mismo te arrepentirás. Tanto si te casas como si no te casas, te arrepentirás igualmente. Si te ríes de las locuras del mundo, lo sentirás; si lloras, también lo sentirás. Las rías o las llores, lo mismo lo sentirás. Tanto si las ríes como si las lloras, lo sentirás igualmente. Si te fías de una muchacha, lo lamentarás; si no te fías, también lo lamentarás. Te fíes o no te fíes, lo mismo te lamentarás. Tanto si te fías como si no te fías, lo lamentarás igualmente. Si te ahorcas, te pesará; si no te ahorcas, también te pesará. Te ahorques o no te ahorques, lo mismo te pesará. Tanto si te ahorcas como si no te ahorcas, te pesará igualmente.             Este es, señores, el resumen de toda la sabiduría de la vida. (...) [81]

He aquí mi desgracia: a mi lado camina siempre un ángel exterminador, y yo no marco con sangre la puerta de los elegidos como señal para que él pase de largo, sino que marco la puerta de aquellos que él va buscando..., pues sólo el amor de los recuerdos es dichoso. [84]

Me ha acontecido algo maravilloso. Fui arrebatado al séptimo cielo. Allí, sentados en sus tronos, estaban reunidos todos los dioses. Y, por especial gracia, me concedieron el favor de que les pidiese algo. "¿Qué quieres?, me dijo Mercurio. ¿Quieres juventud, belleza, poder, una larga vida, la más hermosa de todas las muchachas, u otra cualquiera de las mil maravillas que tenemos guardadas en nuestra buhonería? ¡Ea, escoge, pero solamente una cosa!" En el primer momento me quedé de una pieza, mas recuperándome en seguida, me dirigía a los dioses y les dije: "Venerables contemporáneos, ésta es la cosa elegida: que siempre tenga la risa de mi parte." Ni siquiera uno de los dioses contestó una palabra, al revés, todos se echaron a reír. Y de ello saqué yo la conclusión de que mis súplicas habían sido atendidas. Me pareció, además, que los dioses no podían haberse expresado con mayor finura y que lo impropio habría sido que me hubiesen contentado seriamente: "¡Concedido!" [90]

SOREN KIERKEGAARD, Diapsálmata. (Obras y papeles de Soren Kierkegaard. VIII. Estudios estéticos I. Diapsálmata y el erotismo musical.) Traducción directa del danés por Demetrio Gutiérrez Rivero. Ediciones Guadarrama, Madrid, 1969.

Bajo esta etiqueta -Florilegio (Antología mínima de autores varios)- pretendo acoger una selección de textos breves (verso y prosa) que, al margen de cualquier juicio crítico, me han interesado como lector. Los textos en prosa responden a "géneros" que hacen de la brevedad virtud: aforismos, poemas en prosa, fragmentos, microcuentos, etc. De los textos poéticos en otras lenguas ofrezco el original. Menciono, asimismo, la edición utilizada en cada caso. (Téngase por excepción cualquier olvido de estas pautas.)

4.12.09

Apariencias

Él abrió la puerta. Ella, la desconocida, le sorprendió con una pregunta absurda. Parecía perdida, extraviada en su conciencia. Hablaba oscuramente, y se ponía roja, como el color. Imposible saber lo que quería. Callaba, y se oía su sufrir. Inesperadamente, se bajó la cremallera del chaquetón y dijo:

-Yo soy un hombre.

Él, con la mirada fija en el crucifijo, que caía por el tobogán de los senos, asintió con la cabeza. Le sorprendió su flema, en consonancia con lo que recomendó el poeta imberbe: hay que ser absolutamente moderno. Y él lo fue, qué duda cabe. No sé dejó enredar por las burlas de la realidad. En consecuencia, no dijo nada, aceptación pura. Mientras, él, la mujer que decía ser hombre, se hundía en el silencio . Algo le atormentaba. Susurró que tenía pensado solicitar una ayuda. Me dicen que mienta, dijo. ¿Mentir? La flema ponía bozal a las preguntas.

 

A lo largo del día, el hombre que abrió la puerta no paraba de pensar en lo sucedido. Y para exorcizarlo, se dijo: Escribiré un cuento, para que parezca mentira.

3.12.09

Recuerdos

Los recuerdos, muralla contra el tiempo, se diluyen, se pierden. Son como un río de sueños y realidades que duermen y zozobran en los sótanos del alma. Y no hay ancla que los dé amparo frente al huracán del tiempo y contra la intemperie del olvido. Equipaje de humo, los recuerdos son la huella de lo que fuimos. Y ya no somos. (Sábado, 27/12/03).

1.12.09

El poeta y el grillo

 

A veces cuesta leer a Juan Ramón Jiménez sin esbozar una sonrisa. Derrocha tanta seriedad que, mientras uno lee, parece estar viendo a un Buster Keaton impertérrito, pura mueca. Contemplar al poeta hiperestésico enredado en su dolor, puede llegar a producir hilaridad, máxime si el propio poeta es notario de sus desdichas. Una carta, rebosante de aflicción, puede servir de ejemplo. Escrita en junio de 1920, Juan Ramón Jiménez es ya más que un reciencasado, y vive con Zenobia en la calle del Conde de Aranda. Para su desgracia, un vecino, Narciso Clavería, conde de Manila, tiene un grillo en el balcón. Los nervios del poeta, a punto de romperse, le dictan unas doloridas palabras, que remite a su aristocrático vecino:
Muy Sr. mío, de mi mayor consideración:
perdóneme si me dirijo a usted sin tener el gusto de conocerle, y, sobre todo, para un asunto que, a primera vista, puede parecer infantil.
Desde que ha comenzado el buen tiempo y, con él, a cantar un grillo que, según creo, está en uno de los balcones de la casa de usted, no es posible en la nuestra -y suya-, pared por medio, trabajar por las tardes ni dormir por las noches, pues el pobre e incansable animalito cumple su misión primaveral tan sonoramente, que resuena en nuestro piso como si estuviera dentro.
He probado, antes de molestar a usted, una serie de remedios, y ninguno me ha dado, por desgracia, resultado.
Sería, sin duda, ridículo que yo pretendiese siquiera intentar reducir la libertad de usted. Lo único que me atrevería a rogarle es que, si le fuese posible y no le causara la menor contrariedad, ya que su casa tiene balcones a la calle de Lagasca, más ancha, y donde tal vez no haya nadie, cerca, a quien moleste, tuviese la bondad de trasladar al animalito, con lo que proporcionaría usted un alivio considerable a mi cerebro; pues creo que, desde media tarde en adelante, me parece que me lo están agujereando.
Si usted no cree justo acceder a lo que le pido, suplico a usted que me dispense mi atrevimiento; si puede hacerlo, le doy un millón de gracias anticipadas.
JUAN RAMÓN JIMÉNEZ, Selección de cartas (1899-1958). Edición de Francisco Garfias. Colección La Esquina, Barcelona, 1973.
Qué remedios sean esos que había probado el poeta, no podemos saberlo. Pero bastante sabemos ya, tras  esta intromisión en su vida doméstica. En la carta se aprecia la cortesía exquisita del poeta; cortesía que, vista desde hoy, puede parecer demodée. La misiva obtuvo respuesta favorable, y el poeta dejó de sufrir el canto del grillo. Al día siguiente, agradecido, envió a la casa del conde una muñeca (para Anita) y un libro (para Manolo)... El libro supongo que sería de Salgari, o tal vez de Rabindranaz Tagore, tan grato al poeta.