Todos los pecados -escribe Simone Weil- son intentos de colmar vacíos. Pero los vacíos -sacos sin fondo- son difíciles de colmar: sedientos de novedades, siempre ansían más y más, nuevas cosas, realidades distintas, inéditas diversiones o los consabidos vicios pertinaces. Pero lo mismo que si fueran ballenas hambrientas, los vacíos nunca se sacian con las migajas que nuestros humildes pecados (o redoblados errores) les procuran. Vacíos nunca llenos, ¿o acaso sí? De cada quien depende, ¿o acaso no?, puesto que cada uno es parte del todo.
25.10.09
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario.
Contestaré si tengo algo pertinente que añadir.